miércoles, 23 de junio de 2010

origen

Siento como una percepción que el libre albedrío no existe como tal, sino referenciado, dentro de un círculo imaginario. Las dos preguntas que me hago son:

¿El círculo está ya construido justo a nuestra medida? o cómo seres creadores ¿somos nosotros los que lo con nuestras decisiones lo construimos y vamos variando sus medidas?

De lo que no me cabe duda es que este círculo contiene en su interior, y no elegido por nosotros entre otros, conceptos socio-culturales como nuestra educación, cultura, religión, etc. y genética heredada, que, en un tiempo y espacio dados, interaccionando con los demás, hacen que los resultados de su accionar nos hagan completamente específicos y únicos.

Y así como en el recurrente ejemplo del árbol este no decide dónde crecer (se entiende que, si se dan las circunstancias adecuadas crecerá más y después podrá morir de enfermedad, de vejez, talado, partido por un rayo, etc.), en este sentido, parece que nada se podrá hacer para escapar al destino.

Por tanto sólo seríamos algo así como los mensajeros, los portadores de algo que tiene que llegar, o de algo que llevamos dentro, condenados y bendecidos a cometer los mismos errores y aciertos por siempre y para siempre. Y aun siendo el círculo imaginario de infinitas dimensiones (albergando en su interior el libre albedrío) el círculo ya está construido a nuestra medida. Y en él creemos movernos y construirlo con nuestras decisiones a la medida que consideramos cual falaz engaño. 

Nuestras capacidades, nuestras limitaciones, nuestro entendimiento, nuestra espiritualidad, nuestras percepciones, nuestro intelecto, nuestra sensibilidad vienen de fábrica marcadas desde el mismo instante de nuestro nacimiento con cantidades diferenciadas para todos y cada uno de nosotros y creamos la realidad, en un entendimiento de esta, de forma totalmente subjetiva en base a las experiencias adquiridas con nuestras percepciones, con nuestros conocimientos y sentidos. Limitaciones y carencias como Karma.

Como repuesta a la segunda pregunta podría pensarse que el destino es el que nosotros mismos vamos trazando gracias al libre albedrio. SI nadie nos ha construido el círculo, las dimensiones de este son las que nosotros tracemos en nuestro deambular por la vida y repito lo de antes, con nuestras capacidades, nuestro intelecto, nuestro entendimiento, nuestras limitaciones, nuestra espiritualidad, nuestra sensibilidad, creando la realidad en un entendimiento de esta, de forma totalmente subjetiva, en base a nuestra experiencia percibida con nuestros sentidos y adquirida con nuestros conocimientos. 

Sería algo así como si nuestro libre albedrío configurara nuestro karma como resultado de nuestras decisiones porque indudablemente somos seres creadores.

Y me pregunto. ¿No será que, el destino está escrito y el libre albedrio nos da la posibilidad de acelerar, driblar, mitigar, o agigantar nuestro Karma? 

Y si nuestra misión individual aquí y ahora fuese conocernos a nosotros mismos, descubrir nuestro origen, y desde el libre albedrío crear una realidad acorde en plena armonía a nuestro máximo potencial. 

Y no será que independiente de, y por encima de, nuestra misión individual sea idéntica a todos y haya sido siempre a lo largo de la existencia de la humanidad siempre la misma, que es para lo que se decide estar en el momento presente, que no es otra cosa que en el fondo reconocernos como seres que con capacidad de amar, amamos, reconocemos y respetamos la biodiversidad y el equilibrio de nuestra madre naturaleza, entendemos el universo, lo que significa la vida, sentirnos vivos, viviendo, desde el respeto a los demás, y que esto configure la misión o destino, ese círculo de dimensiones, ya construido.

Desde este punto de vista reconozco que independiente de la realidad que uno cree, aún es posible esquivar, aminorar, o empequeñecer nuestro Karma, al objeto de encontrarnos cara a cara con el destino para decirle: me costó, pero te encontré, y ahora entiendo por qué el círculo ya estaba construido a medida. 

Se trataba de evolucionar, se trataba como decía antes de encontrar no de buscar. Fue uno de los máximos creadores del siglo XX, Pablo Ruiz Picasso, quien dijo: “yo no busco encuentro”.

Se trata, y ahora afirmo, de traspasar líneas, de restar importancia al ego a los logros, lo que tengo, soy y hago, de evitar juicios, arrinconar odios, de entender que las medidas del círculo son medidas áureas universales de perfección y son iguales para todos y están al alcance de todos porque siempre lo han estado.

Se trata de despertar, de vivir, de amar, …de encontrar nuestro origen…


miércoles, 2 de junio de 2010

experiencias

No recuerdo cuando empezó todo. Por no saber ni siquiera sabía si me encontraba palpando las situaciones, en pleno ascenso de las mismas o en la cumbre, algo así como tratar de saber si me encontraba en el orbe anterior o posterior a la manifestación de ciertos hechos. 

Lo que si intuía era que, descendiendo o alejándome no. Tal vez los fenómenos ocurrían desde hace años, o quizás meses, o tal vez poseía plena consciencia desde hace escasos días. 

Lo que tenía claro es que los fenómenos se estaban produciendo y coincidían con estos tiempos de crisis. Y se manifestaban con total fuerza e intensidad, con tal sincronicidad, que difícilmente escapaba a su intención. 

Porque su intención o mensaje implícito se manifestaba como provocando, como diciendo “te estoy enseñando el camino, dando pistas, empieza a  interpretar de forma adecuada”. 

¿Pero qué? y ¿quién? y ¿porqué? y ¿para qué? y ¿yo?, o mejor dicho porqué yo o mis pensamientos interpretaban que se estaba manifestando un mensaje, y este poseía una intención o significado, y me era enviado. O tal vez era un obsequio.

Tenía plena consciencia de su existencia, pero descubrí que esta experiencia se producía y se manifestaba cuando brotaba de mi inconsciente. Cuando se percibía de forma inconsciente, como respuesta a un fugaz pensamiento. 

Y así como una tela de araña, las experiencias cimentaban la creencia de una comunicación  en un plano superior, ajeno a las personas, al día a día, al plano de lo real. Y me invadía como una descarga, tal grado de paz y de alegría que no podía por menos que agradecer su presencia. 

Se posaba en mí me ayudaba, siempre estaba ayudando, y yo despertando, despertando quitándome la venda, sin miedo, de cabeza hacia lo inexplorado, traspasando barreras para descubrir lo que había al otro lado de la cerca. 

La felicidad dentro de ti y fuera de ti, el gozo y el deseo de compartir con la prudencia de a quién y por qué, sabiendo de la existencia de prejuicios, sin importar descalificaciones, ni juicios, ni etiquetas. 

Sintiendo que somos y damos y cuanto más damos más somos.