viernes, 11 de septiembre de 2015

no nos expulsaron del edén

No, no nos expulsaron del edén. Borges lo sabía bien:

«Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso"

El sufrimiento ligado a los anhelos, a los deseos, ese “tanha” del que hablan los budistas.

Hay pereza cuando te detienes sentado ociosamente echando en falta no se sabe muy bien qué. Hay desidia y sufrimiento que en el fondo se soporta dentro, ese reconcome del que anhela. Será que por eso duele el dolor ajeno, por pura impotencia.

«Yo sólo deseo vivir en mi tierra, no vengo a Europa, me echan, mis padres huyen del horror»

Lo dice un niño sirio. Y si no lo dice lo diría. Sufre por desear volver a su tierra como lo hacen sus padres. Los expulsaron de su edén y se fueron antes de que las bombas hicieran más daño y crearan más sufrimiento. 

Parecido ocurre en Irak, Gaza, Ucrania, Sudán, Nigeria, el Congo, Afganistán, Libia, Somalia, más los que saltan vallas, huyen en pateras desbordadas y proceden de otros países sin atisbar un futuro mejor, huyendo de los infiernos.

Hay quienes no se han enterado que seguimos en el paraíso, porque desean lo que no tienen, porque pasan por encima de la dignidad humana anteponiendo sus dogmas, sus intereses, sus putas bombas. No tengo claro si sufren o disfrutan en su inconsciencia. 

Parece que gobiernan por encima de gobernantes, por encima de razas y pueblos, alistando a ambos lados como marionetas a personas, defendiendo ideales no se sabe bien de qué. Haciendo daño, haciéndose daño entre hermanos, sufriendo por puro deseo.

El chaval volverá algún día a su delicia. Dejará atrás lo que no debió ver y encontrará su paraíso y aunque sea sólo un instante, no pasará un solo día, en el que cómo dice Borges será feliz.

¡Te lo prometo!


jueves, 3 de septiembre de 2015

horror

Seguía viviendo tranquilo occidente presenciando desde el palco del teatro, sin atender mucho, a la obra que se representaba en otros continentes. De hecho los bostezos ante tanta miseria, guerra y hambruna, enfermedad y dolor seguían impidiendo cualquier aplauso caluroso a esos actores tan reales y alejados de ellos.

Hace un año una enfermera altruista poco instruida en  equipos de protección individual, por desgracia, reactivamente, despertó sus inmunes hipócritas conciencias, cuando por los motivos que sean se contagió de un  peligroso virus fabricado no se sabe muy bien dónde y este, acechase su existencia. 

Hace unos pocos días un camión frigorífico descubrió en una cuneta un horror tan doloroso como el de la fotografía del niño. Pero la foto no la vimos. La de la enfermera vecina de tu ciudad y, la del niño en la orilla, esa orilla tan cercana para muchos en estas pasadas vacaciones, sí.

Los hábiles hilos del interés mediático, prenden en la psique del seguro mundo civilizado, ese de fascinación, dinero, consumo y progreso, con una impredecible detonación extraña en nuestra conciencia. La fila india camino de occidente para alejarse del horror de la barbarie humana, o el camión frigorífico pareciera que no horrorizasen, ya fuere porque nos importe un bledo donde fueren o se escondiese a nuestra vista en el interior de un camión la muerte. El niño inerte que no se mueve y se ve vestido con sus zapatillas, como el tuyo, estremece.

El ser humano, sigue en crisis sobre todo cuando la tragedia se acerca o te puede tocar al ladito de tu casa en tu tranquilo y seguro palco de vecindario o ciudad. El primer mundo torpe ajeno al dolor ajeno,  el tercer mundo… para que hablar del tercer mundo tan lejos,  tan aparentemente acotado en un escenario de miseria, vestidos con los trajes de fútbol de sus héroes de occidente, enterrando a los suyos en zanjas, caminando en fila india por las vías del tren, asomándose sin pudor a nuestras playas veraniegas.

Cuando no vemos de verdad, nuestro corazón no siente, porque miramos para otro lado.

Seguimos mirando, pero no sabemos muy bien ni que vemos ni lo que vemos.