jueves, 29 de octubre de 2020

antídotos

“Yo nací en el 1964 a las doce de la noche en el mismo día de San José. En  ese mismo día le estaban cantando a mi madre una serenata”

Así acaba la serie “La Veneno” de Javier Ambrossi y Javier Calvo. La grabadora de voz de Valeria Vegas, la autora de sus memorias, registra su voz sonando de fondo, mientras se muestran los rótulos de despedida.

Ayer en apenas cuatro días terminé de ver la serie.

Dura, explícita, sexual, incorrecta, violenta en lo verbal y en lo físico, conmovedora, en carne viva, divertida. No apta para personas pusilánimes. Si, para personas, inteligentes, comprensivas, resilientes, aperturadas, tiernas, sin complejos, capaces de ver y captar la belleza en la miseria, en lo sórdido, tras lo aparente. Capaces de tender manos.

Miseria de una sociedad hipócrita, inculta, avasalladora en su moral y ética, hipnotizados todos por el dios dinero, capaces de cualquier cosa y de utilizar a las personas para usar y tirar, cómo si la única vía de supervivencia en este plano terrenal, búsqueda de la felicidad, fuese una voluntad inquebrantable en conseguirlo. Faltos de comprensión ante el necesitado, el diferente, de entender lo que es la identidad de género, la inocencia, de pedir perdón, de no juzgar.

Faltos de entender que la dependencia, la sensibilidad y las emociones personales no son debilidades. Faltos de humildad. Y también faltos de entender en su máxima expresión el significado de la palabra amor, la llamada de auxilio de una protagonista que lo buscó toda su vida, se perdió y a pesar de ello, supo ser ella misma a su manera.

No hay más preguntas ni respuestas, señoría.

Sólo, para algunos, serenatas de amor a la luz de la Luna, luminaria reflejo tamizado en la noche de un Sol, que calienta por el día y trata de no cegarnos y traernos mensajes de luz y de esperanza. Antídotos.

Que el que quiera entender, entienda.

jueves, 15 de octubre de 2020

portar

Portar una definición energética como algo invariable, fijo, (en el sentido que no se mueve porque está ahí) por continua y constante, la transitoriedad, (lo que si se mueve) es en apariencia una paradoja, una contrariedad. Pero esta peculiaridad privativa y propia en lo individual en una persona es posible.

Yo lo porto.

Se puede portar algo invariable y a la vez transitorio y no saberlo. Se puede portar y sin saberlo, haberlo intuido y dicho durante años. Y se puede portar y una vez sabido, corroborarlo, manifestarlo e informar.

En el primer caso por no saberlo puede producir sufrimiento, falso sufrimiento guardado en la autocomplacencia que lame heridas propias, demasiadas veces en la ignorancia produciendo desequilibrios.

En el segundo caso por intuido de producir consuelo cuando sacrificas ese sufrimiento y aceptas que nada es permanente y compartes, cuando eres capaz en el tiempo y de forma constante de contar de forma sincera, los mil caminos de “tu propia historia”

En el tercer caso cuando corroboras lo portado por conocer tu diseño (cuando lo sabes con certeza) que la vida te enseña que las experiencias transitorias van y vienen y aun emocionales, ponen a prueba e inician, inclusive todo lo que se acepta por prudente, y confrontan a tantos modelos limitados de lo que entendemos por racional y generas por ello un conocimiento propio, timbre o sello que trasciende los envites y sufrimientos y produces tu propia paz.

Y la paz tiene que ver con equilibrios.

Todo cuerpo posee un punto de aplicación de la resultante de todas las fuerzas gravitatorias parciales. Se llama Centro de Gravedad. Si la vida la percibes emocionalmente y aprendes a no caerte o a levantarte y redirigirte, cuando ocurre, conocerlo es fundamental pues determina cómo siendo consciente de ese centro permaneces equilibrado.

Nada existe más transitorio que el influjo de la Luna. “Crear la Luna en uno mismo” entendiendo que la luna con sus atributos, en su recorrido, equilibra la vida orgánica (mareas, agricultura, fecundidad, crecimiento, etc.) precisa como dice Ouspensky de crear un centro permanente de gravedad que precisamente prescinda, por formado, de esa Luna, de su creación, y nos permita trabajar y volvernos uno sólo unificando nuestros "yoes". La imaginación, las emociones negativas y la obstinación, afirma, se nos presentan batallando a diario alejándonos del compromiso auténtico en nuestro trabajo con el Ser.

Lo que yo entiendo que porto es una corriente fija y segura, singular en mi caso por única, que te recuerda la variabilidad y los cambios que lo cíclico en tan sólo un período de veintiocho días lunar nos influye y en su transitoriedad, al vaivén de las olas emocionales por las que transitamos, me recuerda que:

Esa Luna portada en mi es el reflejo solar que ilumina su centro de gravedad “G” . Un centro de gravedad “G” que existe en todos nosotros y que se llama amor. Y que nos provee del equilibrio necesario, específicamente en mi caso aun indefinido, de un elevado sentido del amor, que cohesiona lo cósmico, lo transpersonal e individual, anhelo por entenderlo así, que según Lynda Bunnell, en su explicación de la "cruz de ángulo derecho del receptáculo del amor", es vía de supervivencia del ser humano y que indudablemente necesitamos en nuestra evolución y que nos permite, ha permitido y permitirá la reproducción y continuidad de nuestra especie.

Y portar algo así y ser consciente de ello dentro de la homogenización que la vida pretende, es una inmensa fortuna a compartir donde al aceptar la transitoriedad de lo que acontece a diario y atender a ese enorme desafío presente, se da sentido coherente a la experiencia de lo que es sentirse vivo, vivir y amar.

Hablar de lo portado, conocimiento de uno mismo,  en los tiempos actuales precisa de extrapolar una certeza propia para reconducir sin ser pretencioso o sobrepasar mi función engranada a un todo superior, aportando algo de mi particular experiencia.

Todos portamos en nuestra individualidad una increíble y única especificidad. Y conocer que portas y tratar desde una acción volitiva donde poner foco, en que cambiar, para actuar correctamente,  una deseable obligación.

Ser consciente de la transitoriedad de lo que nos acontece (pongo el ejemplo tan vírico de esta segunda ola tras el intermezzo de la primera, como vírica es nuestra imaginación, emociones negativas y obstinación) desnuda tanta soberbia e ineptitud camuflada en egos que ignoran a tu ser, yerran, se equivocan y no lo reconocen. Disfunción de lo que creemos cierto por uniforme. Aceptar la heurística cómo método de conocimiento conlleva la veracidad de lo probado desde la humildad.

Recordar la formación global de un centro G cohesionado en cada uno de nosotros, que por portado, es la vía de supervivencia del ser humano y necesitamos en nuestra evolución y permite la reproducción y continuidad de nuestra especie, redunda en definitiva el que sepamos, simbólicamente, descubrir nuestros propios "Centros de Gravedad" creando “la Luna en nosotros mismos” a través del sentido del amor en su máxima expresión.

Por ahí aseguro que iremos bien, porque las olas emocionales que nos zarandean van y vienen e incluso hay muchos días tranquilos donde la mar permanece en calma y todo, bien reflexionado, se ve diferente y ya nadie ni nada nos puede retener para saber cómo vivir, que es amar.


carta rave 
dave

 

viernes, 2 de octubre de 2020

I stand at your gate

Retomo lo que sigue a continuación: Este escrito. Se había detenido hace unos días. Se inició en verano, pero no se cerró. Seguía su propio orden. Un orden acompasado que ahora comprendía y que reclamaba su entendimiento. 

Ya reposado, cambio los tiempos verbales y me dejó ir.

Veo la mesa de cristal apoyada en dos borriquetas de madera. Espera fija. Tan fija como la descripción de su entorno: El flexo modelo “Tolomeo” está encendido e ilumina su superficie. La mesa se ubica casi a norte. Un ordenador se ha iniciado. A la derecha hay una librería en madera de teka con un aparato de música. Hago un inciso, suena de fondo "La Voz". Interpreta “Moonlight Serenade”. A la izquierda una cómoda y un poco más arriba el baño. Delante tras la pared un vestidor, detrás la cama y al fondo una ventana. Las paredes lisas y blancas. El suelo de tarima de madera. Y en el techo un ventilador que hace nada aliviaba las tardes calurosas de verano:

Mi habitación.

Hoy llueve, hace viento y la temperatura ha descendido. Me siento, sigo escribiendo, paso de ser observador, de describir mi entorno, a observar el ritmo de la vida. Será que es dos de octubre y la luna llena en apogeo de ayer iluminada, dando respuestas, me permiten un paréntesis de creación. Lo aprovecho y doy forma.

Anoche forjé la idea y tras un sueño, de madrugada cerrada, desperté envuelto en él. Por familiares los caminos a baño y cocina no encendí las luces. Es terreno conocido y sabes cómo orientarte y no perturbar el descanso de con quien convives. No significa que no puedas tropezar, hacer ruido. Tanteas, pruebas si alguna puerta permanece cerrada, o si perdido el norte te desorientas brevemente y yerras tu camino. Basta palpar algún mueble o entrada para redirigido llegar a destinos silenciosos que no molesten a nadie.

De día creemos verlo todo, el Sol apaga flexos si el día es luminoso y otras veces las lámparas se encienden en días cerrados de nubes amenazantes grises y compactas. Hay días que corres a ninguna parte y hay días tranquilos de serenatas límpidas ocultas por nubes que no impiden ver con claridad.

La luna recorre las horas de cada día transitando por nosotros, llamando, pulsando timbres, y a veces con el nudillo, golpeando las puertas de nuestras habitaciones.

I stand at your gate” canta Sinatra. 

Aproximadamente algo más de un cuarto de millón de seres humanos nacen en un día cualquiera de los 365 días del año.  En tan sólo un día, unas horas, con mínimas diferencias la vida despliega su mágica y universal manera de pulsar ritmos, de hacernos diferentes, tan distintos, tan iguales, unos de otros. Su flujo iniciado es tan continuo como el mío o el vuestro cuando lo sentimos de verdad.

Nuestros tiempos, movimientos marcados, como la vida misma en su periodicidad marcan los suyos. La humanidad trata de amoldarse a ellos. Paradas, pausas, prisas, y pisadas firmes, objetivos que nos marcamos y objetivos que no alcanzamos. Y un único objetivo por verdadero:

Ser tú.

Hoy estoy con mi puerta, en este instante y ahora te incluyo y te hago vivible para que fluyas, para que cumplas la alegría de este propósito. Me lo dicen mis lunas en una serenata en un día cubierto, pero enormemente claro. Tan claro y sereno como una serenata de amor. Mañana, o quizás tan sólo dentro de unas pocas horas, el ritmo mágico de la vida traerá y referenciará otras experiencias, vivencias, y aun en el mismo día, el día será otro día.


Música: Glen Miller. 
Letra: Mitchell Parish
Cantante: Frank Sinatra 
Canción: Moonlight Serenade