sábado, 30 de mayo de 2020

lo prohibido

No por casualidad quizás de forma intuitiva acariciado con las silabas de un “nick”, un día se dejó llevar al ritmo de un compás infinito, cuatro por cuatro —un doble ocho de algo inconmensurable imposible a retener.

Una aventura que llegó para ayudarle  a continuar.

Dar y ver, o ver y dar, tratarían de separase, distanciarse, desembarazarse de la expresión dual de su nombre verdadero, falsa realidad, identificación que atrapado en el día a día, consumía, o más bien derrochaba, parte de su energía.

dave, no era Dave, porque no era un nombre propio, nunca lo fue. Nació, eso sí, con una vocación canalla, prohibida, infiel, como todos los alias, ese otro nombre —apodo traducido tratando de englobar la comprensión de sí mismo. 

Anonimato inicial desvelado con los años, no impedido con el tiempo, sin dejar lugar a duda de quién era él.

Pero no siendo un sujeto tampoco era objeto propio, ni conocido ni por conocer; 

dave sólo ansiaba ser la bifurcación de un camino de vuelta a la comprensión de la realidad, pura intuición, de ese conocimiento libre y no sometido, conciencia expresa, manifestación a través de pensamientos, de realidades superiores contenidas, mostradas.

Quizás un bolero de un amor a negar, de noches de placer vedadas para salvar su sagrada dignidad.




Álbum: Musas
Canción: Soy lo prohibido
Autor: Roberto Cantoral
Intérprete: Natalia Lafourcade



jueves, 14 de mayo de 2020

negligencia y misericordia

La negligencia, sobra decirlo, es falta de cuidado.

“Nada de verdad importante es realmente bello y todo lo muy importante se acerca corriendo a lo grotesco”

Lo leo releyendo carpetas de intenciones a Vicente Verdú, en un artículo de hace años que tituló  “la belleza de la negligencia”. Encontrarla, no es nada fácil. Cuando ocurre te elevas por encima de lo ordenado, lo simétrico, el canon estético, lo establecido, intuyendo que ese descuido, donde la atención y la acción se rigen por los asombrosos caminos inadecuados de la magia, lejos de ser omisiones o acciones incorrectas, generan autenticidad, albergan esperanza.

Decía algo así como que el desorden actual del mundo es el desorden del horror que no de la negligencia, no nos equivoquemos, que la belleza, y esto lo decía un racionalista cómo Kant, se mueve en el ámbito de las afecciones, de las observaciones, sensaciones que lo externo nos suscita.

Si lo bello (por delicado) encanta, desde ese otro sentimiento, lo sublime (la tormenta enfurecida) logramos conmovernos. Decir que uno escribe bonito, colores de misericordia, lejos de alabanzas o loas sólo responde, si conmueve, a un refugio intencionado, al borde de lo sutil, incluso de lo ridículo, despacio, muy despacio, nunca corriendo, frente al horror de este peripatético mundo.

Es sólo una defensa.

Los puertos de categoría especial (como las personas que aportan conocimiento y saber; referentes) acaban en alto y son duros por kilometraje o dureza, y escalarlos requieren de muchos años de entrenamiento: Se llama trabajo.

Conmueve, me repito, por lo sublime escuchar a Cesare Picco en “Un Attimo” (maravillosa portada del disco), al mismo tiempo que en un momento de introspección escribir ”cogidos de la mano”. Conmueve, de nuevo, escuchar, mientras escribo estas líneas, y titulo "negligencia y misericordia", muy despacito, a Tord Gustavsen, porque tienes el convencimiento, y no lo has maquinado aposta —sólo surge— de dejarte llevar, de encontrar apostillas que den sentido a lo escrito, y lo cuidado, se aleje de lo grotesco, del horror, y sientas, desde lo más profundo de ti que en lo dicho vuelta al origen hay líneas escritas de luz, de compasión y verdad.

Pongo este ejemplo reciente podrían haber sido otros, da igual la ideología: Una dirigente política se cruza las manos en una foto abatida, según dice, por el cansancio. Una impostura inconsciente (siento la dureza) grotesca, descuidada, corriendo, desde lo falso, donde no adivinas, ni lo bello, ni lo sublime, sólo marketing barato de embaucadores a la caza de una ingenua ciudadanía.

Seguimos rodeados de acciones incorrectas, de intereses económicos parciales, de postureo inadecuado, de negligentes  dirigentes, que pretenden conmover. De líos mediáticos donde, (cuidado que hay que ser torpe) se han contratado a nivel mundial a epidemiólogos, virólogos, médicos, científicos, como figurantes (dobles) de un teatro escenificado bajo el auspicio de las élites, y la hipnosis de gobiernos de distinto signo, de muertes impostadas, que crece y algunos creen falsa, de camino al confinamiento de nuestras cacareadas libertades individuales, cuando sospechas que en la vida han sido incapaces de conmoverse, ni con expresiones sublimes de la naturaleza, ni con verdades sinceras, creaciones, de aquellos que saben lo que es transmitir.

¡Que sabrán lo que es la libertad!

Y tengo el convencimiento, y certeza, que una vez más, como ha sido así siempre, el dinero, el tanto vales tanto tienes, la economía remunerada desde el trabajo, la llave de la falsa felicidad, de camino a la nueva anormalidad (la anterior normalidad, nunca existió) sea ese escenario de horror donde, lejos de aprender algo, sigamos, corriendo a ninguna parte —al caos—, negligentes, insolidarios, ambiciosos, egoístas, perdidos —tan distantes— manipulados, enfrentados. 

Me aferro a lo bello y a lo sublime...



Tord Gustavsen Ensemble
Colours of Mercy

jueves, 7 de mayo de 2020

achicando aguas

Mi mirada se desviaba a las esculturas de bustos, y a un desnudo arcilloso de cuerpo entero, a cuadros inacabados o recién empezados. A una fotografía (skyline de la ciudad) que ocupaba el lateral de una pared, a los caballetes y mesas de trabajo, a la luz tamizada, al silencio que se respiraba y a él mismo, tan cerca, con tantas ganas como vergüenza (no era el momento) de ser presentado y de invitarle a conocer la obra de un coetáneo suyo, qué, así lo recuerdo, aún no conociéndolo, le llamaba cariñosamente antoñito.

Acudimos a la llamada, trabajábamos en el piso de arriba. Hace más o menos un año de esto. El agua, tras una fuga de una cisterna, se había desbordado por la noche y con tan sólo un par de dedos, amenazaba a algunas obras, sobre todo los cuadros apoyados en el suelo cercanos al desborde. Los recolocamos uno a uno con exquisito cuidado siguiendo las instrucciones de la familia.

Entrar en el sanctasanctórum de uno de los  artistas más queridos y reconocidos de este país, en su estudio, anconada segura de sus obras, era como profanar un lugar sacro. Ayudamos en lo que pudimos a sus hijas y a él mismo, con fregonas y cubos hasta despejar la bahía.

Antonio López, expresa en una entrevista a un medio este pasado fín de semana su convencimiento, o presentimiento, de no salir mejores de esta crisis pandémica. Un mes antes en otro medio, tan reciente el fallecimiento de su esposa, la también pintora María Moreno, en febrero, explicaba como en sus paisajes urbanos, como el cuadro de la Gran Vía, excluía lo que se movía. Parecido ocurre en el cuadro aéreo, de las azoteas de la Avenida de América. Premonitorio o no, la ausencia del ser humano recuerda escenarios distópicos, huellas de cemento, de nuestro paso por este mundo.

Ambos cuadros  me son cercanos, uno por (aunque no aparezca en el cuadro) arrancar la Gran Vía en el edificio metrópolis, coronado con su escultura del ángel alado, otro, por enseñar a lo lejos la casa familiar a la que acudía fly el perro volador.

Intuyo no pasará mucho tiempo, a lo mejor menos del que creemos, en que su/nuestra, Gran Vía pintada, se inunde, sin acritud, de bullangueras hormigas con bolsas saliendo y entrando de grandes comercios bajo luces de neón y led, de coches también entrando y saliendo por la Avenida de América al centro de Madrid, de bulliciosa vida porque así la entendemos.

Dice Rafa Nadal que no quiere la nueva normalidad, que quiere la antigua. Supongo se refiere en lo personal o profesional. La emoción de ganar torneos (su vida) sintiendo el calor del público sólo al alcance de unos pocos privilegiados, escogidos, talentosos, imperecederos, incombustibles, me pregunto ¿será compatible con nuestro proceder?

¿Encontraremos un equilibrio, que no contamine los cielos de queroseno, de óxidos de nitrógeno y COinadmisibles las grandes ciudades, de acuíferos desoxigenados por acción de la codicia del hombre, de la tala de bosques e incendios incontrolables, de la extinción de especies, compatible, con fusiones de bancos y empresas buscando rentabilidades máximas, de industrias no contaminantes, limpias, de desescalada armamentística innecesaria, de frenéticos procesadores de algoritmos veloces, pensando, (por decir algo) por ti, en la que podamos seguir sintiéndonos, emocionándonos con todo lo sentido, vivido y amado? 

No lo tengo claro.

Hace años, era el año 1992, en los Alphaville en una sala de culto de cine, vi junto a mi padre la película de Erice, “El sol del membrillo” Más bien un documental de alguien queriendo -acompañando a la madurez de los frutos- atrapar la luz y el tiempo, y pintar un membrillo solitario en el jardín de su hogar. Una idea desde un sueño dio pie a una película, donde Antonio López, si quiso pintar, a lo mejor, lo que sí tenía vida.

En un árbol, que es vida, está contenido el universo entero, en nuestras creaciones de progreso, sólo dejaremos huellas vacías, de estadios sin aplausos, si no sabemos y logremos cuidar nuestro hogar.

Son ya años, no ahora, que aprecio lo interno, y lo externo de verdad: la vida, lo vivido, lo mirado, escuchado y rozado, desde los sentidos, inhalando y volando libre por lo que intuyo sea el verdadero aprendizaje. Por eso:


”… miro, escucho, rozo, en el ámbito de mi experiencia, lo que otros no ven, oyen o cogen, porque creo en la experiencia de los sentidos. Y me como la vida amando, respirando, que no me quiero perder detalle, que antes que ella me devore expirando, yo ya la habré mirado, tocado, y degustado y sentido, cual éter imaginado…”
abril 2011

No permitamos quedarnos en la superficie de todo y desde el progreso atrofiar más los sentidos, achiquemos aguas entre todos, no paralicemos el verdadero sentido de nuestra existencia. Hay focos a los que mirar, escuchar, oler o rozar fuera del oropel aparente y fugaz de estos tiempos. Esto, tan sólo y dolorosamente, a parte de un virus que penetra con llaves por cerraduras ajenas con intenciones de quedarse o fulminarte, es un aviso. Otro aviso más. Y por desgracia van demasiados. Yo también digo bien alto: 

¡Despierta!



Ludovico Eunaidi interpreta
Fly (volar)
de su disco Divenire (volverse)


sábado, 2 de mayo de 2020

el último mohicano

“El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio.”
Brand en la película "Interstellar" de Cristofer Nolan


Uncas, el último mohicano, el hijo de Chingachgook. Cuando desaparezca ya no quedará nadie de la sangre de los sagamores. El último de su raza. Un guerrero valiente. Su única arma un tomahawk. Sus enemigos los hurones. En juego, las pieles de los castores.

Otro Cooper (no el protagonista de "interstellar") escribió su historia en 1826. Uncas el valeroso guerrero, que sólo tenía a su padre, solos, ya no sabían cómo retornar a sus tierras, a una tribu, su tribu, que ya no existía. Sus poblados de infancia a la orilla del río Hudson y al sur del lago Ontario sólo eran vagos recuerdos. Creció entre musgos y helechos, atravesó arroyos y ríos de agua cristalina, se adentró en la tundra, donde el viento puro insuflado de espíritus de los majestuosos abedules amarillos y arces carmesíes, ya no les saludarían más.

Los beneficios con el comercio al colono, al hombre blanco, se los quedaban los malditos wyandot, todo para ellos. Los hurones y sus aliados francos, contra los iroqueses e ingleses, siempre enfrentados y el hombre blanco con sus arcabuces de pólvora, envenenando el aire, colonizando lo virgen, llevando el progreso…

Uncas el último de su estirpe.

Ponían el clásico en la tele, era el uno de marzo y a las 21:00h no quedaba un hueco en el salón. Familiares y amigos, para un total de 10 personas ocupaban todos los asientos habidos y por haber en primera fila dispuestos a perder el control y dar rienda suelta a sus emociones. El campo impoluto de un césped verde como una alfombra plana acogía a los veintidós jugadores. El estadio con 90.000 espectadores abarrotados, y a nivel mundial, una audiencia aproximada de 650.000.000 de personas, completaban el escenario y alcance de este evento.

Había invitado a Uncas. Minutos antes de empezar el partido le ofrecí palomitas (las reconoció al instante) ellos sabían cómo cultivar el maíz, imprescindible en su dieta con el frijol y la calabaza. De beber rechazó la cerveza pero me preguntó si disponía de whiskey. Lo introdujeron los británicos, y a cambio de pieles, fue su autentica ruina. Cosas del comercio. Pero le fascinaba lo rápido que te desinhibía a diferencia de esos enteógenos del hechicero y chaman de su tribu que alrededor del fuego convertían tus manos en poderosas garras de gigantes osos negros, y te permitían enfrentarte valeroso en la batalla a tus enemigos.

Hace unos días (se tuvo que quedar en casa por lo del confinamiento) le pregunté por el “return on investment”. No me entendió nada, no me extraña, me miró con cara de asombro. —Si hombre, la rentabilidad económica, los recursos de tu pueblo. —Ah! me dijo, te refieres a como usábamos nuestros recursos para obtener beneficios —pues imagínate— les dábamos pieles y a cambio nos daban rifles, alcohol y cacerolas de metal. Por cierto estos descerebrados porque las aporrean ahora todos los días a las nueve, no lo entiendo, si eso es para comer, me preguntó sorprendido. Bueno es…. Es que protestan. —Verás, ahora protestan todos. Nadie analiza nada pero todos buscan culpables. Estamos nerviosos por lo del virus, creo. Todos tenemos opinión y nos vemos más fuertes integrados en grupos, como en el fútbol, ya sabes, o eres merengue o eres blaugrana.

Cooper desde el teseracto, seguía moviendo los hilos, que eran los libros de la biblioteca, (el último, el último mohicano), Cristopher Nolan el director, parando el reloj en su imaginación, modificando el espacio y el tiempo. Fenimore Cooper el escritor estadounidense del último mohicano inventándose un valeroso pueblo iroqués que desapareció aniquilado por sus luchas internas con los hurones y la codicia del hombre blanco, entre trampas, praderas inmensas de hierba y búfalos, cazadores de ciervos y colonos europeos, pioneros, haciéndose un hueco en un nuevo mundo, que ni era suyo, ni les pertenecía, ni les importaba lo más mínimo, pero que lo necesitaban porque la situación en el viejo continente era insostenible.

Cuando se agota lo exprimido hay que reinventarse de nuevo.

Hace unos minutos mientras Uncas limpiaba su hacha, y se atusaba la cresta, a la espera de desayunar un buen tazón de leche y copos de maíz tostado, ya aseado (porque ahora la limpieza lo es todo), me preguntó:

—Oye dave verás es que llevo unos días dándole vueltas a una cosa, y no lo tengo claro. Te acuerdas del clásico, el partido ese entre el Real Madrid y el Barsa. Pues verás el calvo con la cresta (se refería al chileno Arturo Vidal jugador del Barcelona) era:

¿Un hurón o un mohicano?

—Le contesté —sinceramente Uncas, no tengo ni la menor idea.