lunes, 28 de septiembre de 2009

anomia

Vivimos en una sociedad denominada anómica, concepto sociológico, en la que la razón de la sociedad se sustenta en lo material con una única intención de adquirir bienes u objetos. O dicho de otra manera: Poder. Lo material encumbrado en la cima, y muchos escalando por la montaña. 

En el fondo esta sociedad incomunicada (el Psiquiatra Carlos Castilla del Pino lo expone muy bien en su libro “La Incomunicación”) basa su poder, como bien dice, en el aprovechamiento que de la comunicación se hace para con los demás, en beneficio propio. Y es que hay que alcanzar la cima. Y si es cuanto antes y a cualquier precio, mejor.

La comunicación real y sincera entre nuestros semejantes,  el conocimiento y la información compartida, dejan de existir. Y una de las maneras de alcanzar la cima  es generando miedos. Son los tiempos de crisis que tocan vivir.

La globalidad versus, tv o medios de comunicación en general, pasando por internet, sin duda alguna, empieza a producir alarmantes casos de angustia porque, paradójicamente al acceso inabarcable del conocimiento actual, nos damos cuenta de lo poco que sabemos, y  de lo difícil que es discernir entre tanta avalancha de información y datos.

Por lo que se ve, se lee, y se escucha, unos dicen blanco, otros dicen negro, otros exponen, juzgan, divagan o fantasean, pero pocos matizan, pocos preguntan, pocos levantan el dedo por temor a ser silenciados.

¿Con que nos quedamos?

Olga Casanova acierta al exponer en su libro “Ética del Silencio”: 

“Pienso en la contradicción de llamar era de la comunicación, a este fin de siglo. La información, la aportación de datos no es en si misma  un  signo de una comunicación….” “Echo en falta el pudor del silencio…., su capacidad para admitir que algo se escapa o se desconoce.  Este es un tiempo de frases cerradas y de respuestas. Las palabras no abren la búsqueda. Sólo subrayan la parte más plana y escabrosa de la realidad llenando la pantalla sin dejarnos espacio para retirarnos, para preguntarnos, para volver del revés lo que se murmura desde los periódicos, en los televisores, desde el fondo de la radio”.

Angustiarse o perturbarse ante lo desconocido (la definición del miedo oscilando entre lo que es  real o es imaginado) es de sobra conocido por los estrategas y forma parte de la estrategia de dominio de unos pocos, de nuestra sociedad. La gripe A, la industria cinematográfica reciente apocalíptica de Hollywood, los tambores de guerra en Irán, Corea, Pakistán, las profecías, persiguen única y exclusivamente generar miedos en la población. Unas veces de forma descarada, otras de forma subliminal, son miles de los ejemplos que podríamos mencionar.

En este escenario del teatro que es la vida, los hay que se aprovechan y manipulan, engañan; en  los poderes públicos,  en los medios de comunicación, en  las empresas, con la religión, incluso en el entorno familiar, ó con los amigos, en el día a día, y otros caen en la trampa de la manipulación. Entre medias quedan unos pocos (o tal vez más de los que nos imaginamos) que quieren obtener respuestas, para tranquilizar su imaginación, su curiosidad, producida inevitablemente, en el plano real,  por el escaso conocimiento con el que nacemos, el escaso conocimiento adquirido en nuestra vidas, y encima en muchos casos mal aprendido, y el que se  intuye existe al margen de la oficialidad (lo que nos dicen que debe ser).

Muchos quedarán atrapados, manipulados (en el fondo es ignorancia) por el miedo, paralizados, absortos, ni siquiera huirán  o se defenderán. Otros escalarán hacia la cima de igual modo por miedo manipulando a base de codazos con la información adquirida. Es su tesoro. 

Pero ambos desconocen, como Buda dijo, que  la raíz de nuestros miedos está en los engaños, en la manera en la que de forma distorsionada nos percibimos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Y aprender a descubrir los engaños, obtener respuestas ciertas, en este inter-conexionado y complejo mundo llega a ser tarea casi imposible. Exige estar muy despierto, exige estar muy atento.

La raíz de la crisis actual del mundo que vivimos, está en los engaños. Percibidos y mostrándose a muchos, a la vista de todos, despertando conciencias.

¿Dónde quedan las respuestas? Me respondo sin duda: ¡En tu plano interior!

La conciencia del momento presente manifestada en nuestro Ser, detrás del falso ego, nos indica el verdadero conocimiento y camino. Pero seguimos atrapados por el miedo. O mejor dicho identificados con nuestro  ego. 

Las respuestas están ya ahí,  siempre han estado, a la vista de todos.

En lo que a mí me concierne, oscilo entre tres formas, como sustento de mi existencia: Trato de “des-identificarme” en esta sociedad con lo material, intento conectar con mi verdadero Ser, y trato de completar el puzzle de mi existencia, asistiendo estupefacto al ejercicio de manipulación por parte del sistema, entendiendo que si la vida es por analogía una escalada hacia la cumbre de la montaña, es en su camino, con las experiencias adquiridas donde se encuentra el verdadero poder.

Pena da que tantos a lo largo de siglos sólo entiendan de su existencia codiciando  desde las cimas del engaño, en un ejercicio mal entendido de supervivencia de lo suyo y los suyos, lo material.