jueves, 24 de enero de 2019

homotecias


"Lo que el dios quiere es conocerse en ti"
Rilke

Algo que implica movimiento como sumatorio de fuerzas externas de inercia que forma un sistema en equilibrio, es el principio del ilustre D’Alembert. Un equilibrio dinámico (retóricamente hablando), un oxímoron.

Lo virtual (si es que tiene virtud) se mueve sin moverse tratando de realizar trabajos, paradojas, sin realizarlos. Algo en potencia relacionado con fuerzas interiores a la espera de manifestarse.

Lo aparente que no es real, es virtual. Lo irreal coquetea con lo fantasioso, nunca en espacios celestes de cirros, cúmulos y estratos que aún nebulosos son palpables en las alturas. Planos superiores donde el esfuerzo se conjuga sin gravedad, donde sin realizar trabajos se trabaja porque se realiza lo propuesto, lo que a la vista se pretende en un intento de conectar.

La inducción en las nubes de lo virtual incita a exiguos reconocimientos de ti sin que tú lo sepas con afanes controles de fondo. La mente (o la debería poner en mayúscula tan por encima de lo imperfecto creado por el hombre) que cohabita espacios, mayestático, en cambio, sólo se fija en quien a él se fija.

Y desde lo sentido establece límites homotéticos imposibles de líneas paralelas concurrentes en un mismo punto, equilibrado, mesótês aristotélico, donde se esfuerza sin esforzarse para que, si intuyes donde contrarrestar tu vida, trabajes sin trabajar, constante, sin tregua, para que conscientes ambos, él de tu existencia, tú de la suya, logres movilizarle, logres movilizarte.

El pensamiento no es una propiedad de la materia. Menos somos propiedad de una o varias mentes minúsculas por pequeñas deseosas de ser la verdad. La Mente, lo inconmensurable, esa fuerza externa, tan sólo exclama voces imposibles para ser oído, pero tampoco reclama dominios. Llama sonidos, a veces gritos,  voces remotas que pretenden le escuches:

—¿Qué hacéis? pregunta de siempre. —Creamos dioses homónimos imperfectos que seguimos sin poner en duda. Será, que lo hacemos porque no sabemos lo que hacemos, me atrevo a contestar, rememorando las palabras del Maestro.

Un "lo cuestionas" porque intuyes que esto es lo que debe ser. Y a partir de ahí, sabiendo que lo que haces sólo debe ser el bien, conciencia consciente, con su ayuda, paciencia, en evolución, comienzas por verdadero el cambio, desde dentro, camino del punto de partida, nuestro origen:

El que te transforme afín a Él.


Nils Frahm / Because This Must Be