martes, 31 de marzo de 2015

conos para ver

Conos para el que quiera ver. Un cono es una figura tridimensional (sólido de revolución) cuya base circular es generada por el giro de un triángulo rectángulo alrededor de uno de sus catetos. Según el corte o sección que le hagamos con un plano obtendremos  círculos (cortes horizontales), elipses (circunferencias aplastadas), parábolas (curvas cónicas), o hipérboles (cortes por planos paralelos a su eje).

Cono viene del griego "piña". Piña de "pinea". Círculo de “circus” redondez. Palabra ("verbum") viene del latín "parábola" (comparación). Elipse del griego “élleipsis” igual a falta u omisión. Hipérbole del griego "hiperbolé" (sobre lanzamiento) exageración.

Círculos y elipses curvas cerradas, parábolas e hipérboles curvas abiertas.

En el principio fue la palabra, el verbo, la parábola, la caída del agua de una fuente, una curva cónica abierta, sección y corte de un cono tridimensional. Los mundos paralelos son exageraciones, omisiones elípticas, hipérboles existentes por infinitos cortes  de planos paralelos al eje de una  piña tridimensional.

Nuestra existencia está vinculada a uno de esos cortes. Los planos y mundos superiores son infinitos, son círculos y parábolas, elipses e hipérboles de un cono imaginario, generado por el giro de  un infinito triángulo. El tiempo se mide en un  ilusorio reloj de arena. Conos simétricos, espirales de gusano que comunican mundos distintos con planos y cortes infinitos diferentes. 

Y esto sin explicar nada, sólo explica una concepción particular del universo vinculado a lo bidimensional, desde la posibilidad de imaginar desde mi  limitada comprensión nuestra insignificante existencia y nuestra increíble posibilidad de concebir mil y un infinitos universos.

Células sensibles que ven la tridimensionalidad  y pineas que encierran y abren dimensiones. Cortes planos seccionando el más allá. Tal vez otra forma de ver. 

Retóricas del habla, discursos para hacer pensar.

martes, 10 de marzo de 2015

adulación

Dice Emilio Lledó en una entrevista  a la pregunta de lo difícil que parece que los políticos, (y añado yo y los no políticos), sean hoy en día decentes:

«….Hay otro texto de la Ética nicomáquea que dice que el principio de las relaciones que tengamos con los demás empieza por la relación que tenemos con nosotros mismos, y para tener una buena relación con la propia mismidad tienes que encontrarte digno de ti mismo, no engreído ni falsificador de tu propia personalidad, tienes que sentirte decente. Si yo me miro en el espejo y veo en mi historia algo negativo, sobre todo en relación con mi trato con los demás (y si soy político, no digamos), tendría que dimitir, pero no dimitir de un cargo, sino dimitir de ser humano, dimitir un poco de ti mismo»

El engreimiento o la misma satisfacción surgen cuando desde la adulación se persiguen mediante palabras o acciones tributar elogios inmerecidos a alguien con el fin de ganarse su voluntad al objeto de conseguir algo a su favor. Interesante definición.

Demasiadas personas (y si hablamos de los políticos, no digamos), están falsamente convencidos de su valía y de su decencia (lo conveniente, lo apropiado, lo adecuado).

Sin caer en el escepticismo, pareciera que a medida que crecemos, terminemos creyendo cada vez en menos cosas. Sí creo y me detengo, en la dignidad humana (ser valioso y dotado de libertad) ser merecedor de ello, pero no, desde la falsa modestia, la adulación ni el engreimiento, si no desde el respeto a la propia condición humana. 

Y cuando me miro en el espejo aseguro que en no pocas veces también he tenido que dimitir, un poquito de mí mismo, de mi relación y trato con los demás, aunque sea sólo porque la realidad se me ha presentado demasiadas veces, percibida, de forma absurda, hipócrita, indecente, e interesada y aunque tarde, en mi inocencia, la realidad ha certificado mí percepción, me he dado cuenta de ello, he juzgado, me ha dolido y me he revuelto. 

Y encima aun con razones objetivas para comportarme así, me he sentido mal.

La vida se nos presenta como un juego de intereses, en los que, la sensación de sentirte mercancía, se convierte en realidad cuando adviertes como al relacionamos unos con otros, algunos,  tiran sin ningún tipo de pudor de la indecencia para conseguir sus fines. Si cuela, cuela.

Los indecentes, por cierto, no se han mirado de verdad en el espejo, pues este sólo les ha devuelto, en su vanidad,  lo que querían ver de sí mismos, que en su decencia, es lo conveniente, lo apropiado y lo adecuado….para ellos.

viernes, 6 de marzo de 2015

al final de un ciclo de doce

Nací en el doce, que no diciembre, ni día de tal número, al final de un ciclo redondo de doce entre otros doces, que conforman eras entre eras. Un instante entre edades de épocas, de períodos, de eras, de eones, de millones de años. 

Me concibieron un uno y once de otras ruedas. Juntos gestaron a medias, y en el medio decidí asomar. 

El primero del ciclo, nacimiento, en primavera, eclosión de la naturaleza en todo su esplendor, inocencia de lo que nace y se despereza, gatea y juega con todo, pionero, e impulsivo  aun egoísta en su vejez. 

La penúltima, tan cercana, desde la superficie de su amado mar, olas en el agua, en su naturaleza líquida, fluye y abunda orientada al amor universal, altruista al cobijo del invierno, un refugio bondadoso, ingenua y amorosa con los suyos. 

Entre medias ante el final entre fríos y soles placenteros, en ese que perece estamos, o ese en el principio que parece vamos, un alma posiblemente vieja que ya recorrió antes otras vidas (todos los doce pasos del ciclo de las mismas) intuye en su sensibilidad emocional las pulsiones de los demás, de lo que no se puede explicar pero se sabe. 

Un padre ariete, una madre aguadora, un hijo escurridizo y profundo. 

El saṃsāra védico recorre todas las posibilidades,  dibujando imaginarias figuras desde puntos lejanos brillantes a unir, y a contra corriente, en espirales ascendentes. 

Y así desde los gemelos, al toro, con giro firme precesional de peonza inclinada que rota, cada dos mil y pico años de eras de ciclos, en eras de ciclos..., carneros, pececillos y ahora cántaros derraman el agua de la vida. 

Y yo que estoy en el medio al final del ciclo, aun siendo más joven que ellos represento lo que se cierra,  y habiendo vivido ya todo, recordándolo vagamente, descubro lo que llega, pues si volvéis a releer más arriba en sus principios encontrareis el sentido de lo anterior, de lo venidero y de lo actual, de lo que fue, de lo que vendrá y de lo que es...