domingo, 14 de abril de 2013

la hilera de castaños


Había una hilera de Castaños de indias cada seis metros en sus correspondientes alcorques. Era la manera oficial de dulcificar los viales y las aristas de un paisaje urbano que se engullía a marchas forzadas el campo. La acera sufría por las raíces de aquellos ejemplares con más años, pero eso sólo ocurría trescientos metros atrás. Por la zona que atravesaba, recién creada cuando salía a correr, los Castaños tenían pocos años como así lo hacían ver los aún pequeños perímetros de sus troncos. Todos se mantenían erguidos en perfecta alineación, salvo uno de ellos que llamaba la atención por arrancar en su base doblado. Este hecho hacía que se rompiese la alineación con sus hermanos o vecinos. Tenía forma de jota y a pesar de conocerlo bien aún dudaba si lo que quería era hacerse notar respecto a los demás o tratar de enderezarse para en un denodado esfuerzo, integrarse con el resto. Lo que no podía era por menos parar y abrazarlo aunque fuesen sólo unos instantes, dado que aun siendo fuerte, suponía debería de ser una pesada carga aguantar la desviación sufrida en su centro de gravedad. 
Tanto si quería ser diferente o integrarse, la vida le era más difícil.
Era domingo y coincidió que el buen tiempo hiciese que las familias saliesen a pasear. 
Ese día tras pararse a abrazar a jota como así lo había nombrado, decidió paliar la carga de su sufrido cuerpo colocando una gruesa piedra a modo de apoyo en su base. Una familia que se acercaba a escasos metros le miró intrigados por su proceder.
¿Papa por qué ha hecho eso ese señor? Alcanzó a escuchar de una atenta niña que se había percatado de la maniobra.
Una vez había proseguido su entrenamiento matutino no llegó a escuchar la respuesta de los padres. Las voces que respondían a la curiosidad de la niña se difuminaron según avanzaba  unos metros.
Cada tres días comprobaba si la ayuda continuaba presente. Y se paraba unos instantes, lo abrazaba y se comunicaba con jota para darle palabras de ánimo. Ornamento y sombra en días calurosos, sea cual fueren sus intenciones, estaba totalmente convencido que  las necesitaba más que otros.