domingo, 26 de mayo de 2019

mi habitación

Me adentro. El terreno, no es inexplorado.

Todos tenemos, o deberíamos tener, nuestra propia habitación. 

Si no como ascetas en retiro renunciando en ausencia a los placeres del mundo sensible, si cómo se nombra en el Bhagavad Gita, buscadores al encuentro del “Atman” abdicando de todo estímulo externo que alejase.

Un recinto en el cual lo que emanase de dentro, aliento, comulgase en sintonía por auténtico tratando de descubrir el rostro de la Verdad.

Ahí a la vista, encogiendo..., se cierran miradas que nos muestran la vida. Un puro movimiento, péndulo de emoción, que conmueve, se acerca, vira y contornea. El sentimiento veraz.

Únicamente el aposento, la morada, el recogimiento. 

A salvo.

Donde la presencia, la vida, los ciclos, las sensaciones de surcos de observación, nos rodean y acariciando el invisible sentimiento la Creación se estremece en escucha.

Solo él en su habitación.

Y me pregunto:

¿Tú donde guardas tu momento, tu reposo, tu retiro?

El que olvida deseos, no se distrae, se fusiona y descubre, en el que te apartas después de desviarte y de forma permanente, porque lo necesitas, vuelves y vuelves...



Canción: My room
Intérprete: Cesare Picco
Álbum: My room


domingo, 19 de mayo de 2019

¡¡¡está muy cerca!!!

El servidor no daba abasto. La Inteligencia Artificial la maldita IA enfurecida mostraba su indignación ordenando instrucciones a la desesperada, manifestando su cada vez mayor impotencia, grosera y con un tono faltón impropio para una máquina programada sin sentimientos, ni emociones:

—¡Joder que ahora le da por buscar libros de Cattiaux y Boehme!: 

¡Compila, procesa, compila! ¡Necesito un retrato ya! ¡No le pillo..! 

Pero el individuo saltaba de pantalla en pantalla y así era imposible. El ventilador de la CPU bufaba estresado ante tanto desatino. La señal se venía abajo y de pronto subía como un tobogán. La IA confabulada con las operadoras, los operativos y unos cuantos inútiles que no se enteraban de nada, informaban cada cual a su manera a los poderosos de siempre que, en la sombra,  creían manejar los hilos de su destino. 

Y todos estaban de los nervios: 

—¡Pero qué coño hace ahora! ¡Está cambiando de navegador! ¡Así no hay manera —se quejaba un rack, incapaz de procesar los gustos de un individuo que gambeteaba por la red  y las cadenas de televisión al compás de su inimaginable curiosidad.

—¡Hay que encauzarlo!, ¡inducirlo como sea!: ¡Que vea Operación Triunfo!, ¡la isla esa de los famosos! o ¡Mastercheft! o ¡Cuéntame! ¡Mas soma! y mucho deporte por la tele! ¡Sobre todo fútbol!, ¡pero que lo vea! 

—lo hemos hecho así siempre, se quejaba indignado. ¿Por qué con este no funciona? ¡Que compre tecnología! ¡Su puñetero móvil es de hace cinco años!, ¡el ordenador es xp!, ¡pero de que va!, ¡se le ralentiza todo! 

—¡Por Dios es un subversivo!, ¡un inadaptado, un hereje, un jodido librepensador!, no tiene Facebook, ni Instagram, ni Netflix, ¡así no hay manera! 

¡Hay que controlarlo! ¡P-o-r-f-a-v-o-r! ponerle multas, ¡que espabile!, ¡quiero que acepte las malditas cookies!, suplicaba un algoritmo que si no estaba perdiendo los papeles se comportaba (algo inusual en él) extremadamente nervioso:

¡¡¡Es una orden!!! 

¡Quiero que sea como los demás! ¡esto se nos va de las manos!...¡nos va a pillar!...

—¡¡¡Está muy cerca, demasiado cerca!!!...