lunes, 29 de junio de 2015

buscando simetrías

Cuando visioné el gran hotel Budapest (la película del director Wes Anderson) desconocía que todos los planos se realizaban buscando simetrías. Independiente del argumento, hasta descubrirlo, a los pocos minutos de empezada la película, sentí una especie de inquietud. Todo era artificioso y un tanto antinatural, pero los encuadres simétricos poseían un gran poder visual.
Coincidió su visionado cuando escribí el epílogo del  árbol con forma de jota: “El sistema no permite al diferente mucho tiempo. La sociedad dicta sus normas: En perfecta alineación y bien firmes. Conformando una simetría visual desde el centro de la calle, de tal forma que no se vea alterado el paisaje por lo diferente. La uniformidad, lo homogéneo y la igualdad a ambos lados…”
La vida, propiedad o cualidad esencial de los animales y las plantas, por la cual evolucionan, se adaptan al medio, se desarrollan y se reproducen, articula su existencia en el aparente caos (el desorden ordenado) de su medio natural desde la simetría. Las hojas de las plantas son simétricas, los animales poseen un eje de simetría, el ser humano es simétrico bilateral en lo externo.
Un avión, una silla, un cubierto, la pantalla de un televisor. La gran mayoría de las creaciones humanas parten de órdenes simétricos.
El crecimiento humano se extiende como una mancha de forma asimétrica, según los diferentes crisoles culturales y sociales. Ejes horizontales de desigualdad norte – sur.
Una forma que desde otros planos hay para comunicarse con nosotros, hay muchísimas, es llamar nuestra atención a través de patrones simétricos, ya sean numéricos, geométricos o de cualquier otro tipo.
Hay mensajes de significación claros porque hay verdaderas causas justas, intenciones coincidentes en lo que lo que se quiere transmitir, que te muestran composiciones equilibradas a un lado y desequilibradas a otro, y mi particular universo interpreta la película de su vida con mi subjetiva atención sincrónica porque lo importante es que asocies su presencia y tu yo consciente, tomes conciencia de la intención mostrada y ayudes o aportes hasta donde y como puedas llegar.

miércoles, 17 de junio de 2015

donde las historias Son

¿Dónde las historias son? y  donde las historias Son.

Dónde como adverbio y donde como pronombre. El lugar tildado preguntando para reconocerse y lo relativo a lo que antecede, ambas con necesidad de ubicarse para saber si están o hay que ir a buscarlas.

La historia como pasado contado, hasta donde se recuerda, protohistoria, prehistoria,  arqueología documentada donde, en la antigüedad hace mucho, lo oído era narrado tanto si era cómo si no lo era, porque se preguntaba y los eventos recordados, historias, se transmitían para trascender al principio, perpetuados entre piedras, tablillas y cilindros.

Todas las historias observadas ocupan un sitio. Unas se escriben y se documentan como experiencias vividas, otras entre adornos, escenas y hechos se reconstruyen a base de terceros. Y así se imaginan. Muchas se quedan retenidas en nuestras memorias sin poderse rescatar.

Verdaderas o ficticias existen para ser contadas. Presentes cuando las experimentas desde el Ser, este, con la capacidad de ocupar espacios donde el tiempo no existe ni la mente lo sabe, se alegra, y tú,  te capacitas para expresar por escrito lo que sabes que viviste, para confirmar al verdadero yo, ese que te acompaña y que es tu Ser, que tu historia que es la suya, y él lo sabe, es contada porque debe ser conocida.  

Cuando logras entender que algo cercano te empuja para ser escrito. Donde las historias Son porque son verdaderas.

Será que todos tenemos historias que contar y ahora tecleadas en ordenadores se perpetúan archivadas por los rincones de tus discos duros.

Ésta, bien pudo empezar así:

¿Dónde?

…Me recuerdo gateando entre cacerolas en la cocina de casa, jugando y oyendo su ruido, mientras mi madre hacía la cena a la caída de la tarde. El pasillo era enorme, así me lo debería parecer, muy largo desde mi limitada perspectiva a ras de suelo, y las cacerolas las empujaba al pasillo en un intento de, con la excusa de cogerlas, de recorrer e investigar el resto de la casa antes de que, ante mi inconsciente curiosidad, se me recluyese en la cárcel de un parque a medida, reducto seguro materno a prueba de escapatorias no vigiladas…

Este inicio es el resumen de mi vida. Una búsqueda constante de identidad que se zafa continuamente de una cárcel mental. Las cacerolas hacen ruido. Y el ruido alerta para que lo que es regulado por otros sea fácilmente observable. Al progreso le gusta reconocer sus ruidos, y si afinas los tuyos te persiguen por los largos pasillos de la vida, de camino de nuevo al parque de la seguridad conocida.

Un día se me ocurrió abrir la puerta de casa. Mi incipiente gateo había adquirido una movilidad asombrosa gracias a un taca-taca. Una especie de bólido investiga habitaciones, con la peligrosa idea de escapar de casa. La inconsciencia se topó con un abismo de peldaños, un precipicio por el que me caí con consecuencias taquicárdica para la responsabilidad de una madre abrumada por la culpa. 

¡Ay esos parques carcelarios lo bien que cumplen su función! se repetía entre lágrimas mientras me mecía en un intento angustioso de consolar a un intrépido y curioso aventurero dolorido en su rostro. 

¡Ea, ea, ea! Las consecuencias, sean o no ciertas, saldrían años más tarde cuando una aguileña nariz decidió doblarse más de la cuenta. Mi madre siempre repetía (las madres siempre se repiten) que esa nariz torcida fue el resultado de rodar escaleras abajo. Por supuesto no estoy por la labor de llevarla la contraria. 

Este, históricamente hablando, parece que fue mi primer golpe en la vida, pero no el que más me ha dolido.

La lección de aquel golpe me descubrió, ese otro donde, que cuando estás indefenso y dolorido buscas para tu mayor consuelo y que siempre es al abrigo de los tuyos, que en el fondo Son, los que de verdad te quieren….

lunes, 8 de junio de 2015

memorización

El libro de sociales se había parado en la primera página del examen y de ahí no pasaba. Con un andar cansino y a las alturas de la noche en que estaba, más bien era el libro el que le sacaba a pasear por todas las habitaciones de la casa, a ver si en una de ellas se paraba, un espigado chaval de trece años. Tan agobiado por tener que memorizar  los temas, como disperso ante la que se le venía encima. Si sólo fuesen sociales la cosa hasta se podría sobrellevar, pero el caso es que para la semana que arrancaba el lunes (hoy era domingo), el panorama con cerca de diez exámenes a traición perfectamente escondidos como si de un campo de minas se tratase,  era del todo insufrible. Para colmo la temperatura para el mes de junio era inusualmente alta de treinta y cuatro grados a las diez de la noche.
El panorama de su hermana mayor no era mejor. El martes arrancaba los exámenes de selectividad y por la casa sólo se oía como ruido de fondo una letanía donde se saltaba de la filosofía a la literatura, pasando por la historia del arte. Había apuntes por todas partes desperdigados; en el salón, su cuarto, la cocina, el baño, la terraza. «Papa te importa que te diga Santo Tomás»«Que va hija empieza que te escucho». Bueno lo de escuchar era por decir algo. Quedaban ya sólo dos días para el examen de memoria, perdón de selectividad. 
«Los griegos distinguían entre memoria e imaginación, lo sabías chiqui», comentó el padre en un intento condenado al fracaso de elevar la moral de su hija. «Para ellos eran las dos funciones más elevadas de la mente. Una, sabes, se agarra al pasado y otra permite imaginar futuros»«Mira papa corta el rollo que mi presente es que tengo tal atracón de temas en la cabeza que no sé si saldré de esta, así que déjate de pasados y futuros y ayúdame con Wittgenstein que todavía no he empezado. Por cierto sabes que en el examen de Descartes saque un ocho y no me acuerdo de nada», exclamo al borde de un ataque de nervios al constatar que sólo le quedaba un límite de cuarenta y ocho horas para la vomitona.
La educación, la de las grandes cuestiones, esas que nos permiten tratar de entender algo de lo que va todo esto, quedaba relegada ante el abrumador presente ideado por un sistema educativo, en una noche de junio espesa, cataplasmática, de cataplasma, sofocante, como hacía tiempo y no se había vivido antes.
Sólo sé que no sé nada, el amigo Sócrates, y no por modestia, a partir de lo que oye a Platón, venía a decir en el fondo, algo así como que no le convencía  ni satisfacía ninguno de los saberes, por ver en ellos montones de objeciones y poca o ninguna certeza. Yo también lo afirmo, más que nada porque poco a nada me convence un sistema que basado, entre otras, en la memorización, desemboca en el mundo laboral unos años más tarde para constatar con certeza un presente en el que, el cómo estamos y el cómo nos va, es más que evidente. 


domingo, 7 de junio de 2015

relatos salvajes

 «Llevamos poco por este Universo. Y el camino siempre es individual: «Todos piensan en términos de cambiar el mundo, pero nadie piensa en términos de cambiarse a sí mismo» 
G. I. Gurdjieff

Ayer vi la película argentina "Relatos salvajes". Vale que se lleva a extremos, pero son seis historias donde como dice su autor hay una difusa frontera donde sale a relucir esa naturaleza escondida y salvaje del ser humano cuando se activan respuestas mecánicas escondidas y que no se controlan: «La difusa frontera que separa a la civilización de la barbarie, del vértigo de perder los estribos y del innegable placer de perder el control»

Con tanta fragmentación de conocimientos basada en la especialidad, dogmas religiosos, mentiras y dinero como única razón en esta vida para sobrevivir y perpetuarse,  me pregunto en quien, o donde recae la verdadera formación: ¿Se enseña la sensatez?, ¿El discernimiento?, ¿La decencia?, ¿La prudencia?, ¿El buen juicio?, ¿El altruismo?, ¿La ayuda al necesitado?, ¿La dignidad humana?, ¿La sinceridad aunque cause sufrimiento?

Nuestra contradictoria naturaleza, o bien es un defecto clamoroso de fábrica, o es condición sine qua non imprescindible en la evolución. Avance, retroceso, evolución, involución. Pero lo que no hacemos, y posiblemente sea por donde se deba empezar, es a estar vigilantes de nosotros mismos.

«Vigila tus pensamientos, pues éstos se convierten en palabras. Vigila tus palabras, pues estas se conviertan en acciones. Vigila tus acciones, pues estas se conviertan en hábitos. Vigila tus hábitos pues éstos se conviertan en tu carácter. Vigila tu carácter, pues este se convierte en tu destino» 
Lao Tse