miércoles, 30 de mayo de 2018

el inventor de signos

El inventor de signos no necesitaba conocer lo siete mil idiomas existentes en el mundo. Ya constató hace tiempo que no precisamente era el idioma la principal barrera existente para hacerse entender.

Será por eso qué decidió inmortalizar por escrito su propio y particular lenguaje. Objetivo (casi una obsesión), creó una especie de pictogramas para materializar su idioma.

Sus “hánzi” se disponían conviviendo bajo reglas conocidas; mayúsculas, acentos, cursivas, entrecomillados, renglones, párrafos, comas, puntos suspensivos…, y puntos y aparte.

Su conjunto extraño de grafemas parecía adivinar una estructura estética y una lógica de elementos configurando átomos y fonemas, ladrillos de precisos discursos.

Pero no.

Si algo tenía claro era que sabía que los traductores y lingüistas tratarían de desencriptar inútilmente su particular Voynich.

En el mundo racional todo debe obedecer a algo: contar, calcular, estimar, considerar, como si estas particulares facultades del pensamiento marcasen las únicas reglas del entendimiento.

Si bien él se preguntaba:

¿Por qué no nos entendemos?

El inventor de signos se propuso codificar un idioma aparentemente inexistente para transmitir bajo infinitos soportes, toda una información que requeriría por parte del observador traspasar los bardales convencionales del intelecto.

Una maravillosa invitación de infancias a jugar.

Su traducción, su mensaje, su significado, sus textos, historias y caracteres eran inmediatamente comprensibles, cuando a través de lo que sentías delante suyo, sin necesidad de evaluar su coste (el único y absurdo lenguaje que entendía el mundo actual), adivinabas la potencia de sus mensajes y la impotencia de quienes siendo incapaces de mirar y entender, despreciaban su inmenso valor.

El inventor de signos creó su propio abecedario.

Aunque delante suyo pocos le entendiesen, sus particulares jeroglíficos —no necesitados de ninguna piedra Rosetta— transmitían el lenguaje Universal de lo más profundo y maravilloso que portaba dentro:

El lenguaje Universal de su Ser.




domingo, 27 de mayo de 2018

el buscador de cajas

El buscador de cajas sentía fascinación por las cajas. Tomaba posesión de cuantas encontraba y le llamaban la atención y se las llevaba a su estudio. Al terminar su jornada de trabajo en la oficina, se asomaba por la sala de fotocopias seguro de conseguir archivadores y clasificadores en desuso, que, aun no siendo propiamente cajas, para el fin que quería, le servían. Pero no sólo ahí encontraba los recipientes.

Contener o guardar, conservar o agrupar, proteger o almacenar, parecían funciones necesarias a preservar, recuerdos a inmortalizar, protagonismos a conservar.

Proponía magia y no encapsulaba ningún contenido seguro como estaba de que cuando le viniesen las ideas inventaría una nueva realidad con capacidad de trasformar a esta, a la caja, a él y a quien observase extrañado una vez tratadas, las nuevas armonías y nuevos acontecimientos surgidos, las proyecciones que su Ser proponía.

Le valían todas ya fuesen de cartón o madera con cierres o sin ellos, para archivar documentos o bien las que contuvieron dijes y dedales, herramientas y orfebres, lápices y óleos, lo que fuese que en su día guardasen.

El buscador de cajas las rescataba en el fin de sus vidas. Las tapas abrían nuevos contenidos que cerraban tiempos pasados. En su taller forjaba sus ideas con acrílicos entonados, trapos pintados de batallas ganadas, cañas contadas, trozos de madera cortados, laberintos en su firma, cristales resguardando urnas adaptadas.

Lo humilde y lo pobre sólo eran bisagras de apertura. La grandeza y la riqueza definían su imaginación. Las cubiertas y contraportadas anunciaban títulos, esbozos sugerentes anticipando el contenido interior.
Lo que no sabía, pero intuía, era que en el fondo y aun llamándolas cajas porque contenían cosas, en el fondo eran libros. Libros conteniendo letras y párrafos imposibles.

Mientras transcurría en paralelo el progreso de forma invariable olvidando lo esencial, el buscador de cajas narraba historias donde dejaba a la vista el libro abierto de su vida.

Las utópicas aventuras y desdichas, los pergaminos encuadernados de su Ser.

sábado, 19 de mayo de 2018

el buscador de tejas

El buscador de tejas se detenía si escudriñaba en el campo construcciones en ruinas medio absorbidas de vegetaciones y escombros, donde, testigos de otra época, sobrevivían las pocas curvas de arcilla que quedaban.

Mientras más antiguas mejor.

Silicatos de cobijas y canales imperfectas, semi-tronco cónicas, las árabes hechas a mano, restos de otros tiempos, eran sus joyas.

Las de más calidad (las más curvas y enteras) las ponían de pie ya fuese por su base corta o larga. Otras rescatadas necesitadas de ayuda para no caerse o tener desperfectos también se salvaban.

Las observaba intentando descubrir sus huellas.

El buscador de tejas las limpiaba con cuidado deshaciendo musgos adheridos, patinas de vejez, gotas resbaladas.

No Importaba su interior a resguardo o su exterior a intemperie.

Las rescataba para otros fines. Las imprimía formas, tonalidades, les pegaba materiales, maderas, bolas de acero, hierros. Las perforaba, dibujaba laberintos, las acicalaba de barnices y perfumes.

Sin límites como soporte, las arcillas aguantaban cinceles que labraban, y lo moldeado reconocible renacía esculpido con sentido diferente.

Los ejércitos de metáforas donde lo inmanente de algún modo (si como antagónico es posible), buscaban nuevos huecos en aparadores y columnas salomónicas, en hogares con decoro que es decencia—, para trascender.

El buscador de tejas se atraía a lo urbano, a la ciudad de cemento, al hogar (su cobijo) los resguardos que protegieron inclemencias del pasado.
 
Maneras de formar desde el agua y la tierra, la plasticidad y la dureza, antes inclinadas, ahora erguidas, de muestras adheridas, surcaban sus lomos de barro.

Las ventanas desplazadas observaban estaciones y el buscador de tejas modificaba los tejados de la creación:
El buscador de tejas creaba.









lunes, 14 de mayo de 2018

verso y esperanza...


Osó surcar, versificar su mundo. 
Una medida métrica ordenando emociones, columnas doblando rimas.

Con olores de luna blanca recordó de otros, polisones de nardos.
Con maderas de olmo echas yugos, melenas de campanas.

La eternidad estremecía cuando sonaban llantos de los que se atrevían.
¿Por quién?

Por quienes crean, soportan en vida desgarros, jirones rotos.
Enredaderas entramadas, fragmentos de otros.

¿Por qué?
Porque el mundo ignora y ni le persigue, ni le alcanza.

¡Por eso!
Tan sólo por eso,  déjame redoblar.

Y al menos, al esperar (sin desesperar), 
vivir con esperanza...

Toda mi alegría, todo mi dolor:
All My Joy, All My Pain.


Fabrizio Paterlini
Winter Stories
All My Joy, All My Pain

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jueves, 10 de mayo de 2018

cristales de tiempo

El “Ser” —la existencia, la vida— es un estado de desequilibrio perpetuo en permanente movimiento. El equilibrio perpetuo conduce de forma inexorable a la nada, lo cual no nos impide intuir que desde la quietud apreciemos mejor lo que se mueve a la percepción de nuestros limitados sentidos. Al menos equilibrados —serenos, sobre todo emocionalmente— desparramamos menos.

Científicos recién han descubierto un nuevo tipo de materia; El “cristal de tiempo”. Materia no equilibrada que se repite en el tiempo y oscila de forma indefinida en su estado fundamental sin energía alguna en un movimiento perpetuo, aunque más bien, para ser exactos, se dé bajo determinadas circunstancias. Algo así como responder (manifestar que recibe algún tipo de energía) única y exclusivamente con el paso de Cronos. 

En el estado de punto cero un material no se mueve. Un diamante está en equilibrio, inmóvil, invencible. Repite en el espacio una estructura regular inalterable donde la energía no se conserva y se logra romper la simetría de traslación espacial.

Con los “cristales de tiempo” lo que se logra romper es la simetría de traslación temporal.

La ley de la conservación de la energía afirma que la cantidad total de energía en cualquier sistema físico aislado (sin interacción con ningún otro sistema) permanece invariable con el tiempo, aunque dicha energía puede transformarse en otra forma de energía.

En esto de cristalizar —convertirse en cristal— por aquello de ser trasparentes, desde el punto de vista de cambiar de estado por procesos químicos y reordenar los átomos de forma ordenada, se aprecia (se quiera o no) la transformación a otro estado, y el diamante tras haberse formado millones de años sometido a altísimas presiones es el rey de la dureza cristalizada.

A lo largo del tiempo la pátina, no debería oscurecer la capacidad de mirar limpiamente. Todo lo contrario la posibilidad de aun estando desequilibrados y llegado un momento oscilar de otra forma, cómo movidos por una energía atemporal aletargada a la espera de cristalizar como paso de un estado a otro, reordenando nuestra estructura interna, es una quimera o entelequia (cuidado que me repito) que requiere de un convencimiento a prueba de cualquier presión externa que, contraria a su fin, no nos pretenda equilibrados, inertes y aislados de todo contacto, sino vivos, luego desequilibrados, pero con capacidad de reclamar el derecho a la eternidad, tan exclusiva y única de los dioses de la creación, cómo propia por herencia y derecho de vida.

A lo mejor se me ocurre lo importante sea, tras largos procesos (quien sabe si kármicos) lograr cristalizar un equilibrio en vida, y de por vida (aun en desequilibrio perpetuo) para manifestar como Ser una invencibilidad eterna, dado que pensar es pesar y decantar tras valorar hacia uno de los lados que desequilibran la balanza, su consecuencia. 

Vamos, me temo, lo que, de continuo aun equivocándonos hacemos en esta inconsciente existencia de pares donde las reglas del juego dictadas incapacitan a pensar de otra manera.