Si se alimentan “egrégores”,
energías de almas colectivas, con el “loosh” de las emociones, muy posiblemente
se haga a través de la inducción. Y si esto es así, esto no hay quien lo pare.
“Ducere” del latín, significa
guiar, arrastrar. Inducción es “in” (hacia dentro) “ducir” (arrastrar o guiar).
En definitiva, arrastrarte o guiarte hacia dentro.
Los conceptos genéricos (fútbol,
religión, patria, dinero, guerra, sexo, etc.) crecen en silencio a la espera,
agazapados en tu interior, devolviendo su cualidad con la intensidad que la
masa le da.
Con toda la estúpida importancia que la masa le da. La publicidad,
la gran plaga inductiva, condiciona a unas determinadas preferencias o
conductas bien estudiadas, que en el fondo es lo que se demanda, arrastrando
para tomar decisiones que no pocas veces están basadas en un conglomerado de
ideas inconscientes.
Fuera del entorno, del estímulo,
del deseo, en la vida cotidiana se vuelve, según parece, a ser personas
niveladas, ajustadas a parámetros de todo tipo aceptados. En definitiva,
normales.
Aunque bien pensado la gran
pregunta consiste en saber, que es la normalidad.