Vivimos en una sociedad denominada anómica, concepto sociológico, en la que
la razón de la sociedad se sustenta en lo material con una única intención de
adquirir bienes u objetos. O dicho de otra manera: Poder. Lo material encumbrado en la cima, y muchos
escalando por la montaña.
En el fondo esta sociedad incomunicada (el Psiquiatra
Carlos Castilla del Pino lo expone muy bien en su libro “La Incomunicación”) basa
su poder, como bien dice, en el aprovechamiento que de la comunicación se hace
para con los demás, en beneficio propio.
Y es que hay que alcanzar la cima. Y si es cuanto antes y a cualquier precio, mejor.
La comunicación real y sincera entre nuestros semejantes, el conocimiento y la información compartida, dejan de existir. Y una de las maneras de alcanzar la cima es generando miedos. Son los tiempos de crisis que tocan vivir.
La globalidad versus, tv o medios de comunicación en general, pasando por
internet, sin duda alguna, empieza a producir alarmantes casos de angustia
porque, paradójicamente al acceso inabarcable del conocimiento actual, nos
damos cuenta de lo poco que sabemos, y de lo difícil que es discernir entre tanta
avalancha de información y datos.
Por lo que se ve, se lee, y se escucha, unos dicen blanco, otros dicen
negro, otros exponen, juzgan, divagan o fantasean, pero pocos matizan, pocos
preguntan, pocos levantan el dedo por temor a ser silenciados.
¿Con que nos quedamos?
Olga Casanova acierta al exponer en su libro “Ética del Silencio”:
“Pienso en la contradicción de llamar era de
la comunicación, a este fin de siglo. La información, la aportación de datos no
es en si misma un signo de una comunicación….” “Echo en falta
el pudor del silencio…., su capacidad para admitir que algo se escapa o se
desconoce. Este es un tiempo de frases
cerradas y de respuestas. Las palabras no abren la búsqueda. Sólo subrayan la
parte más plana y escabrosa de la realidad llenando la pantalla sin dejarnos
espacio para retirarnos, para preguntarnos, para volver del revés lo que se
murmura desde los periódicos, en los televisores, desde el fondo de la radio”.
Angustiarse o perturbarse ante lo desconocido (la definición del miedo oscilando
entre lo que es real o es imaginado) es de sobra conocido por los
estrategas y forma parte de la estrategia de dominio de unos pocos, de nuestra sociedad. La gripe A, la industria cinematográfica
reciente apocalíptica de Hollywood, los tambores de guerra en Irán, Corea,
Pakistán, las profecías, persiguen única
y exclusivamente generar miedos en la población. Unas veces de forma descarada, otras de forma subliminal, son miles de los ejemplos que podríamos mencionar.
En este escenario del teatro que es la vida, los hay que se aprovechan y
manipulan, engañan; en los poderes
públicos, en los medios de comunicación,
en las empresas, con la religión, incluso
en el entorno familiar, ó con los amigos, en el día a día, y otros caen en la
trampa de la manipulación. Entre medias quedan unos pocos (o tal vez más de los
que nos imaginamos) que quieren obtener
respuestas, para tranquilizar su imaginación, su curiosidad, producida inevitablemente,
en el plano real, por el escaso conocimiento
con el que nacemos, el escaso conocimiento adquirido en nuestra vidas, y encima
en muchos casos mal aprendido, y el que se
intuye existe al margen de la oficialidad (lo que nos dicen que debe ser).
Muchos quedarán atrapados, manipulados (en el fondo es ignorancia) por el
miedo, paralizados, absortos, ni siquiera huirán o se defenderán. Otros escalarán hacia la cima
de igual modo por miedo manipulando a base de codazos con la información adquirida. Es su tesoro.
Pero ambos desconocen, como Buda dijo, que la raíz de nuestros miedos está en los engaños, en la manera en la que de forma distorsionada nos percibimos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Y aprender a descubrir los engaños, obtener respuestas ciertas, en este inter-conexionado y complejo mundo llega a ser tarea casi imposible. Exige estar muy despierto, exige estar muy atento.
La raíz de la crisis actual del mundo que vivimos, está en los engaños. Percibidos
y mostrándose a muchos, a la vista de todos, despertando conciencias.
¿Dónde quedan las respuestas? Me respondo sin duda: ¡En tu plano interior!
La conciencia del momento presente manifestada en nuestro Ser, detrás del falso
ego, nos indica el verdadero conocimiento y camino. Pero seguimos atrapados por el miedo. O mejor dicho identificados con nuestro ego.
Las respuestas están ya ahí, siempre
han estado, a la vista de todos.
En lo que a mí me concierne, oscilo entre tres formas, como sustento de mi
existencia: Trato de “des-identificarme” en esta sociedad con
lo material, intento conectar con mi verdadero Ser, y trato de completar el puzzle
de mi existencia, asistiendo estupefacto al ejercicio de manipulación por parte
del sistema, entendiendo que si la vida es por analogía una escalada hacia la
cumbre de la montaña, es en su camino, con las experiencias adquiridas donde se
encuentra el verdadero poder.
Pena da que tantos a lo largo de siglos sólo entiendan de su existencia codiciando desde las cimas del engaño, en un ejercicio mal entendido de supervivencia de lo suyo y los suyos, lo material.
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