Siempre vuelvo a ciertos
núcleos simbólicos, círculos hermeneúticos, a esos puntos en los que la realidad parpadea, y te deja (hace
poco lo llamaba grieta) entrever su arquitectura secreta.
Fragmentos, ecos, astillas de un
origen remoto que aún vibran, clavadas en la conciencia como recordatorios de
algo anterior al tiempo.
Nacemos completos y, sin embargo,
caemos por gravedad hasta la base en pedazos para poder recordar. Cada
tránsito, cada herida, cada duda que perfora el pensamiento no destruye afina como
lo hace el diapasón a la orquesta.
De este modo aprendo que la vida se
entrega al nacer con instrucciones precisas, pero no se entrega como un mapa ni
como una doctrina, sino como una partitura rota que uno debe escuchar aún sin
tener los oídos educados.
Hay patrones que, aunque parezcan constreñir, son molde, límites que asemejan muros, pero son forma para aprender a trascender a la misma forma.
Orbitar bajo la Cruz de la Consciencia no es
acumular conocimiento, sino desnudarse de teorías hasta percibir que la duda no
es fractura, sino instrumento, con mis lunas claras aceptar como cada grado recorrido muta la
vida a cada segundo.
No vine a saber: vine a
escuchar… y… recoger esa escucha.
Los destellos de una vida que, sin pretenderlo, fue empujada hacia lo sagrado por la fuerza invisible de un destino desde su propio diseño.
Nacimiento en la inocencia del amor; desafío
en la arena del ego; revelación entre las sombras del pensamiento; impacto y
temblor hacia la esencia; y de nuevo la duda, ahora convertida en guía como un salto sin red.
Escritos de superficie y
profundidad simultáneas, mostradas apenas por momentos, como cuando el sol
atraviesa el cristal justo en el ángulo correcto que dibuja tu mirada.
Cada experiencia, cada tránsito
astrológico, cada clave genética, cada caída, cada error y cada ascenso compuso
acordes distintos de una misma música.
Esto que muestro no es un compendio
de certezas, no trato de convencer a nadie como no sea que argumente todas
y cada una de mis entradas por una necesidad íntima de ajustar mi particular comprensión
de la existencia desde mi diseño y mostrarlo.
Es una invitación a respirar la
pregunta, a sentir cómo la duda puede elevar, cómo la herida puede iluminar, y
cómo la conciencia, cuando deja de buscar control, comienza a recordar.
Si al leerlo escuchas algo
—aunque sea un eco tenue— entonces los escritos habrán cumplido su propósito, no
mostrados como restos, sino como nota sagrada en proceso de orquestarse, cartografía
de mi conciencia tal como se despliega cuando nadie la mira.
Mi mundo fenomenológico que navegue hacia el silencio de la verdad...y lo logre afinandose siendo fiel hasta caminar sin desgarro.