sábado, 18 de junio de 2011

indonesia

Hablando de Volcanes, vi ayer al intrépido Sistiaga en un documental donde unos lugareños indonesios de la isla de Java, se introducen en condiciones infrahumanas, entre emisiones tóxicas en un volcán, para cargar en sus deformados hombros hasta noventa kilos de azufre por un recorrido infernal que hace reír al Dante y su Divina Comedia. Todo ello por un salario equivalente a un euro por cada cien kilos a razón de tres euros diarios (sólo les da tiempo a realizar tres veces el recorrido al día). Uno de los trabajadores trabaja tres semanas y descansa una donde su esposa la espera administrando su paupérrimo salario. El hombre encima es agradecido y reza según sus convicciones religiosas, ve la tele, y juega con sus peques, y se declara resignadamente feliz. Lo de resignado lo pongo yo.

Haciendo un giro de trecientos sesenta grados me traslado a unas cualesquiera oficinas de occidente donde otros lugareños se levantan temprano para después de (la mayoría) aguantar las incongruencias de sus mandos currar y llegar exhaustos a su casa sin ganas de hacer nada, para descansar con sus teles y  los fines de semana, poder jugar un rato con sus hijos por un paupérrimo sueldo (que apenas consigue si pagar la hipoteca y las vacaciones pactadas) que le dan derecho a hacinarse por un trozo de playa bajo una sombrilla  algunos días de verano, si es que les llega. La gran mayoría también es agradecida y devotamente (algunos) incluso los domingos y fiestas de guardar se atreven a acercarse a sus iglesias para dar gracias por las bendiciones que le son colmadas y se declaran resignadamente felices. Lo de resignados también lo pongo yo.

De a dónde se va el azufre recolectado hasta su consumo en occidente, o del esfuerzo diario del trabajador de occidente mucho se sabe. No me olvido de los desempleados; unos hacen cola porque quieren recoger azufre y otros se personan en el paro con la esperanza de poder ayudar a los suyos. Pero siguiendo con el hilo de esta historia nos encontramos más adelante con los intermediarios lucrándose del trabajo de las bases y ya encima de la pirámide los que sacan tajada y de seguro ganan mucho, aunque les importe un bledo de donde se saque el azufre. Todo esto es, visto desde acá, por un mundo y estado del bienestar mejor, que nos permita colmar nuestros anhelos y esperanzas con la certeza de que, cuando no estemos, nuestros hijos heredaran un mundo mejor. 

De hecho, en esta espiral de crecimiento y progreso sin igual, sin entrar en valoraciones de en qué parte de la cadena desde abajo hasta arriba te encuentres, apenas encuentro, valga la redundancia, motivos de porqué indignarme. Al fin y al cabo, quien sabe si lo importante sólo consiste en ser feliz.

Aristóteles dijo que la vida que merece ser vivida produce "eudaimonia", algo así como el sentimiento, figuradamente hablando, de estar siendo cuidado por un ángel guardián. Y a los mejores individuos los nombró "megalopsychos" que significa “alma grande” o magnánimo de "magnus anima".

De lo que no me cabe duda es que independiente de lo que te toque vivir, y de lo injusto que te pueda parecer tu existencia, siempre te encontrarás con almas grandes, aunque estén resignadas recogiendo azufre en los interiores del infierno. De hecho, creo que todos en este mundo somos almas grandes, sólo que la mayoría no sabemos cómo producir ese sentimiento ese elixir.

Cuando lo consigas, cuando seas consciente de ello, cuando produzcas “eudaimonia” saldrás del infierno, y verás con otros ojos este diminuto maravilloso e insignificante, punto azul.


No hay comentarios:

Publicar un comentario