Quiero narrarles un cuento para despedir el año:
Hace unos meses pusieron en un canal de TV la última película de Indiana Jones. El amigo Harrison Ford ya tullidito en el Reino de la Calavera de Cristal. En esta nueva entrega de Spielberg se mezcla el tópico del comunismo malévolo en sustitución del nazismo, y la mitología extraterrestre. El hangar 51, el alienígena de Roswell, un cráneo de cristal encontrado en Nazca de origen extraterrestre, Akator la mítica ciudad de oro que buscaba Orellana, Mayas, seres interdimensionales, Templos, el malo Spalko atragantado por ansiar la verdad, (conocimiento), sobrecargado de información explota de pura avaricia.
Y naves extraterrestres que emergen de los escombros del templo. Y entre medias muchas persecuciones; por selvas, por acantilados, los buenos escapando de situaciones inverosímiles, mucha acción como no puede ser menos tratándose de Indiana Jones.
Imagínen ver esta película con tu hijo de siete años. Creo que pasó más tiempo agarrado a mi cuello, y escondido tras los cojines del sofá, asomando su cabecilla, que viendo la peli. Al acabar la misma pasada la media noche, con la excitación de las imágenes grabadas en su mente, me pidió por favor que me acostara a su lado hasta que se durmiese. En estas ocasiones cuando me lo pide lo que hago es que me tumbo a su lado con el ipod y unos cascos y escucho música de forma aleatoria. Me observa acurrucado en la cama con sus ojillos entre abiertos tranquilo y seguro ahuyentados sus fantasmas hasta que se duerme, que suele ser por otro lado, casi de inmediato.
Tengo grabadas más de mil canciones de género variado, fundamentalmente jazz. Lo que ocurrió a continuación, en lo que me concierne, se escapa a lo racional. Unos lo llamarán casualidad, otra sincronía, conexión espiritual, estado místico, misterio, otros ni siquiera repararán en ello, no le darán importancia o incluso se la quitarán. Si no se sabe, no se puede observar lo que se ve, o dicho de otro modo la persona que sabe, puede observar lo que nadie ve, y yo en ese instante lo sentí.
Las experiencias son personales, hay que sentirlas con toda tu percepción en estado de alerta, hay que interpretarlas y vivirlas. La primera canción que sonó fue “God Bless The Child” (Dios bendice al niño) cantada por Billie Holiday. Al finalizar la canción ya estaba dormido. Podría haber sido otra canción pero fue esta. La magia hecha realidad. Di las gracias.
No les quepa duda, la única frecuencia vibratoria elevada procede de forma inequívoca del amor.
Feliz 2010 a todos.
Namasté.