Era asombroso. Menos de un minuto y el café había pasado y subido, humeante, percibido el aroma, como si el olor invitase a despertar y el beneficio por ello fuese bueno, que lo era, la sensación, la vivencia repetida por diaria invitaba a la reflexión.
Antes ocurría lo mismo con la anterior placa, pero tardaba más. El contacto, aun directo, no permitía que el proceso se acelerase. La evolución, esa que nació con el hombre primitivo descubriéndose ante un fuego que lo calentaba debería dar otro paso más.
Una cafetera más antigua, pequeña para dos tazas, "express", clásica, italiana de aluminio, no contactaba ni por asomo y hubo que regalarla. No fue la única.
Había tenido suerte, la que habitualmente utilizaba, sí. Y la fragancia arrancada, como las plantas recién cogidas, frescas, sentidas, envolventemente atraídas, invadían en un instante cada rincón del hogar.
Del menaje antiguo hubo que retirar algunas sartenes y cacerolas. Ni el acero fino normal, ni el vidrio, el barro, el cobre o el aluminio sentían nada. No eran detectadas, no se calentaban, el contacto no era efectivo. Estas sólo obedecían por resistencia a la vitro antigua, la de cerámica. La que ya no existía.
La nueva placa sólo se dejaba querer con un contacto directo específico, único. Por un campo que efectuaba una atracción, en cierto modo, imantada.
El menaje no ferromagnético era como el hombre inconsciente, tan incapaz de sentir, dormido, la placa de inducción el espacio infinito, las zonas de cocción en contacto directo con los enseres magnéticos en su justo perímetro y superficie, la unión de lo Incognoscible con el hombre consciente, el capaz de transformar, el contacto efectivo, el que evoluciona: la “conciencia”.
Las herramientas funcionan sólo cuando el contacto es existente y reconocido por ambas partes, cuando respondes de forma sincera a las llamadas que te posicionan, sin resistencia alguna, sólo atraído, fascinado. Cuando la inducción (ese “in ducere”, hacia dentro) no es manipulación de terceros.
Y a la pregunta de: ¿¿¿Hay alguien ahí??? respondes en la misma frecuencia, en la misma línea, enérgicamente, pues si somos energía, con firmeza tan sólo deberíamos, para empezar, contestar diciendo:
Si, yo soy.