Bien dirige la nave a buen
puerto. Bien ahora lo sabe. Ya oye el recibimiento.
Una expedición con un propósito arriesgado, con un mapa inconcreto, se cargó en sus bodegas a la salida hace años de barricas y toneles. Arrobas, fanegas, ristras y quintales permitieron sobrevivir en los mares.
El cuaderno de bitácora registró rutas conocidas y otras por inexploradas descubiertas y nuevas.
Algunas etapas se tornaron suaves y calmosas, otras sin viento, duras e inciertas. A veces, capeando temporales atado al timón, otras achicando vías de agua, llegando a dudar de rumbos escogidos, a lomos de olas gritó en silencio.
Más de alegría divisando nuevas tierras, nutriendo y reponiendo de género y mástiles partidos a la nao se le permitieron reiniciar viajes.
Contempló en cubierta al astro rey, a la luna llena y no tan llena y a las estrellas albinas en brújulas su orden cósmico. Escuchó silbar al viento en emociones y llantos. Le saludaron delfines y sirenas y oró a Poseidón pidiendo protección por su suerte.
Fue sólo, porque hay viajes que se tienen que hacer sólo y, aun acompañado, sólo supo que llegaría a esta y otras mil dársenas.
Ahora que le esperan autoridades y orquesta, familiares, amigos y conocidos, en esta nueva parada, ya maduro, rememora destinos en puerto que lee en voz alta. Se rescatan del cuaderno de navegación porque fueron hazañas que pocos supieron, y por merecimiento, que por eso le animan, se narran y algunos escuchan.
Si, fueron epopeyas de años pasados, de una vida, manera silenciosa, existencial que, aunque a ciertos resuene porque algo oyeron, otros descubren por nuevos, y que permiten en este atracadero por renovar fuerzas y reponer bodegas a su protagonista navegar de nuevo.