martes, 10 de marzo de 2015

adulación

Dice Emilio Lledó en una entrevista  a la pregunta de lo difícil que parece que los políticos, (y añado yo y los no políticos), sean hoy en día decentes:

«….Hay otro texto de la Ética nicomáquea que dice que el principio de las relaciones que tengamos con los demás empieza por la relación que tenemos con nosotros mismos, y para tener una buena relación con la propia mismidad tienes que encontrarte digno de ti mismo, no engreído ni falsificador de tu propia personalidad, tienes que sentirte decente. Si yo me miro en el espejo y veo en mi historia algo negativo, sobre todo en relación con mi trato con los demás (y si soy político, no digamos), tendría que dimitir, pero no dimitir de un cargo, sino dimitir de ser humano, dimitir un poco de ti mismo»

El engreimiento o la misma satisfacción surgen cuando desde la adulación se persiguen mediante palabras o acciones tributar elogios inmerecidos a alguien con el fin de ganarse su voluntad al objeto de conseguir algo a su favor. Interesante definición.

Demasiadas personas (y si hablamos de los políticos, no digamos), están falsamente convencidos de su valía y de su decencia (lo conveniente, lo apropiado, lo adecuado).

Sin caer en el escepticismo, pareciera que a medida que crecemos, terminemos creyendo cada vez en menos cosas. Sí creo y me detengo, en la dignidad humana (ser valioso y dotado de libertad) ser merecedor de ello, pero no, desde la falsa modestia, la adulación ni el engreimiento, si no desde el respeto a la propia condición humana. 

Y cuando me miro en el espejo aseguro que en no pocas veces también he tenido que dimitir, un poquito de mí mismo, de mi relación y trato con los demás, aunque sea sólo porque la realidad se me ha presentado demasiadas veces, percibida, de forma absurda, hipócrita, indecente, e interesada y aunque tarde, en mi inocencia, la realidad ha certificado mí percepción, me he dado cuenta de ello, he juzgado, me ha dolido y me he revuelto. 

Y encima aun con razones objetivas para comportarme así, me he sentido mal.

La vida se nos presenta como un juego de intereses, en los que, la sensación de sentirte mercancía, se convierte en realidad cuando adviertes como al relacionamos unos con otros, algunos,  tiran sin ningún tipo de pudor de la indecencia para conseguir sus fines. Si cuela, cuela.

Los indecentes, por cierto, no se han mirado de verdad en el espejo, pues este sólo les ha devuelto, en su vanidad,  lo que querían ver de sí mismos, que en su decencia, es lo conveniente, lo apropiado y lo adecuado….para ellos.