Si las abducciones y contactos existen, cosa que no puedo probar, me reconozco “adbuccidísimo” y “contactadísimo” en sentido figurado, desde que descubrí el jazz.
Hay una melodía preciosa compuesta por el trompetista Tad Jhones, (1923-1986). Una hermosura de canción que brotó de su ser al final de su vida un año antes de fallecer tras una larga enfermedad en Copenhague (Dinamarca) ciudad donde residía. Quién sabe si se la dedicó a su hijo que según he leído tenía por aquel entonces seis años de edad.
La canción se llama "a child is born"
En el año dos mil el legendario Oscar Peterson en su disco —Quiet now: Time and Again— la versionó en un sólo al piano estremecedor.
Entiendo que
determinadas melodías, esta es una de ellas, son frecuencias que elevan un
estado vibratorio e irradian la esencia del alma, la cual anhela acariciar y
acercarse al Ser.
No sé si Jhones se sentiría así de exultante, pues su enfermedad ya era avanzada y su corazón irradiaba y entendería a quien o porqué le dedicaba la composición lo que la melodía y él querían expresar.
Dicen que los grandes artistas han creado sus mejores obras al final de sus vidas ya liberados del peso de las responsabilidades, siendo ellos mismos, dejando aflorar lo mejor que llevaban dentro.
Supongo que titular esta
canción como —un chico nace— no era más que tributar desde su corazón el
inmenso agradecimiento de ver a su hijo con toda la vida por delante, o bien
agradecer a la vida, en ese instante, por poder componer, dar a luz, una obra
tan bella, tan brillante.
Cuando vinculas el
virtuosismo y la experiencia, la creatividad, a la emoción, y así la sientes,
ya nada ni nadie se interponen en ese estado donde el equilibrio y la
belleza se manifiestan y se definen como arte para que los sentidos así lo
capten.
Mientras por aquí andemos,
vaya mi más sincero agradecimiento a todos los Tad Jhones que existen y han
existido por regalarnos y legarnos su arte.
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