Imprevisto, por no visto, pero existente, por inexistente que nos parezca. Nosotros en el centro del corazón, origen vectorial de unas coordenadas no estáticas. Sucesión de números que nos acompañan y que nos indican posibles medidas desde lo infinitesimal microscópico a la infinita eternidad.
La vida acontece pulsando estados vibratorios de continuo entrecruzándose con miles de vectores numéricos, de sonidos, de palabras que nos aportan información y conocimiento. Una especie de idioma universal imprevista por no prevista, existente y desconocida al margen y acompañando a la torre de babel, orejera de una sola dirección individual o colectiva, en la que existimos.
Conocimientos que se cruzan fugazmente con nuestros pensamientos, con el ruido de fondo del presente.
La escucha agudizada en milésimas de segundo, la visión agudizada en un instante, instantes fugaces, escalas en las que si decides pararte en este presente de continuo, captas.
Una mota de polvo y una gota de agua, para y en un universo de billones de estrellas, una gota poblada de millones de organismos en un universo numérico de, quien sabe, si más de catorce millones de años luz de vida conocida. Una gota que resbala, lágrimas de un ser humano compuesto por billones de células inteligentes.
Imprevisto, por no visto, pero existente, por inexistente que nos parezca. Y seguramente sin duda, más acompañados de lo que nos creemos.
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