Somos inconscientes porque somos conscientes de nuestras limitaciones, (o será porque no somos conscientes de nuestras limitaciones). Superados no pocas veces por temor a equivocarnos, a cambiar, a tomar decisiones al margen de las responsabilidades eligiendo a veces, otras no, caminos de experiencias de las que sabemos, en el ejercicio de nuestro libre albedrio que a largo plazo tal vez nos puedan perjudicar.
Pero en nuestra inconsciencia tropezamos dos, y tres, y cuatro veces, con la misma piedra, nuestras decisiones conllevan rumbos donde la incertidumbre nos hace ser conservadores de lo conocido, esclavos de nuestros hábitos, paralizados sin ayuda, negativos, solos ante una sociedad a la que reconocemos, entendemos y queremos cambiar, tanto o más como a nosotros mismos.
Pero también la balanza la equilibramos, en
nuestra experiencia dual porque:
Aun así cada día conscientemente
encontramos el suficiente coraje para coger aire con las manos prietas en el
corazón, inhalando paz y amor para
todos, exhalando con fuerza nuestra tensa condición negativa para recuperar desde nuestro interior, desde
nuestro centro con los ojos cerrados el suave cosquilleo, la suave caricia de
la vida, la que nos hace sonreír internamente, la que nos hace fundirnos con
nuestros semejantes en la empatía –emoción- y en la compasión- simpatía-, hacia nuestros
hermanos que conforman y con los que conformamos la unidad del Ser.
Escribo esto escuchando "Moon
River" y me pregunto si la metáfora de nuestras vidas que interpretó
magistralmente una inconsciente Audrey Hepbun en “Desayuno con Diamantes”
esconde una sincronía consciente paralela de nuestros tiempos y de nuestra
condición.
Moon River
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