jueves, 9 de octubre de 2014

ébola

Vivía tranquilo occidente presenciando desde el palco del teatro, sin atender mucho, a la obra que se representaba en África. De hecho, los bostezos ante tanta miseria, guerra y hambruna, enfermedad y dolor impedían cualquier aplauso caluroso a esos actores tan reales y alejados de ellos. En esto que, a una enfermera altruista poco instruida en equipos de protección individual, por desgracia reactivamente, despertó sus inmunes hipócritas conciencias cuando por los motivos que sean se contagió de un peligroso virus fabricado no se sabe muy bien dónde. ¿O tal vez sí? 

Cual si de una mecha encendida la histeria, manejada desde los hábiles hilos del interés mediático, prendió en la psique del seguro mundo civilizado, ese de fascinación, dinero, consumo y progreso. Los controles en los aeropuertos, los protocolos ante lo desconocido, los pronósticos en boca de expertos científicos, torpes mandatarios e ingenua ciudadanía, el choteo en twitters y memes de ciudadanos agobiados por la pesada carga de no otear un futuro de posibilidades, agarrados al infame cotilleo del dolor humano de una de los suyos, porque los otros los de abajo los de Sierra Leona o Nigeria no son ni suyos ni reales, dibujaban un panorama de hedor insoportable. La puerta del virus en este mundo cada vez más globalizado, de par en par invitando al preestreno de la tragedia.

Nervios, crisis, desolación, pánico, miedo, si se veía venir, tarde o temprano sonaría el timbre de la platea del dolor del último acto. El ser humano, sigue en crisis sobre todo cuando la tragedia se acerca o te puede tocar al ladito de tu casa en tu tranquilo y seguro palco de vecindario o ciudad. El primer mundo torpe ajeno al dolor ajeno, el tercer mundo… para que hablar del tercer mundo tan lejos, tan aparentemente acotado en un escenario de miseria, vestidos con los trajes de futbol de sus héroes de occidente, enterrando a los suyos en zanjas.

Los números son cortos, y posiblemente ojalá así sea, nos olvidaremos pronto, para dar paso a otro estreno que nos entretenga.  En Sierra leona han fallecido seiscientas personas, y se han confirmado seis mil doscientos casos para una población de seis millones de personas. Y en occidente de un total de catorce casos sólo han fallecido tres. Pero la histeria a lo desconocido, el miedo a dejar esta existencia es tan real como posiblemente ese virus tan devastador y la constatación, nos guste o no, de que el ser humano para la tierra que habita es tan vírico como el mismo ébola que silenciosamente emborrona una mancha que se expande lenta pero inexorablemente sobre el impoluto mapa terrestre.

El miedo que se trasciende, y no se cuenta, es ese que nos hace pensar que la eugenesia vírica o la que pudiera resultar de guerras prefabricadas está en la mente de unos pocos desalmados como remedio sanador para un ciclo que se cierra, porque aceleradamente creciendo piensan que nos vamos a dar, perdonen la expresión, como vulgarmente se dice, una hostia. De momento observando lo que pasa, siguen fallando. Y lo más recomendable que se me ocurre es seguir en nuestro centro alejándonos de quienes desde el miedo ejercen un control sobre las emociones de una ciudadanía desconcertada sin saber a qué agarrarse, ante un futuro incierto.

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