domingo, 4 de octubre de 2015

plataformas

En estos tiempos actuales hay una tendencia creciente donde las personas buscan huecos para exponerse en plataformas. Para qué exponerte si ya estás expuesto, me pregunto.

Del francés plate (plano) y forme (forma), lo que antes era un reducto físico exclusivo para artistas, actores, deportistas o políticos, ahora es compartido tanto en esos espacios planos despejados y reservados, cómo virtuales desde la tecnología. 

Es como si existiese una necesidad imperiosa de querer ser alguien reconocido por algo, lo valgas o no. En tribunas, tarimas, videos, trampolines sociales, redes, la necesidad de exponerse, de colocarse a la vista de, parece necesitar de los andamiajes de siempre para que globalicen nuestra presencia y se destaque de entre, y se llegue a. Aunque ese a, ni sepa que quiere, ni lleve a ningún sitio.

Necesidades de presencia, espacios televisivos, perfiles, grupos, fotos, aplicaciones descargadas, intranets, comentarios en webs, localizaciones por móvil, todos ellos plataformas de visibilidad, lo sepas o no, en estos tiempos espontáneos, descuidados, donde o te ven, o sucumbes en la indiferencia de un falso anonimato.

Mi reflexión, en esta superficie plana, descubierta, construida sobre un armazón que se eleva del suelo, porque el suelo, ya no vale porque no te ven, refleja una necesidad de levitar para ser visto, reconocido, oído, por qué no singularizado. Los ascensores nos quieren transportar a las alturas, porque en lo terrenal, parece ser, y subrayo lo de “parece ser”, que si no eres reconocible, ni pretendes ser reconocido, acabas excluido, señalado con la incógnita del pasivo espectador, que vive su existencia sin pena ni gloria.

Aunque nuestros comentarios se expongan en blogs, en plataformas a la vista de todos, es desde el anonimato, ese sin nombre contrario a estos tiempos de visibilidad, el que busca que sean las palabras protagonistas en la denuncia de la sinrazón, y sin sensiblerías, en este complejo y contradictorio mundo donde cohabitamos, y busquen, desde el amor, la suficiente elevación, necesidad imperiosa que nos permita construir un futuro mejor, más coherente.

Pero no nos engañemos en la sociedad de control los metadatos camuflados, en datos desde la palabra pequeña que se acepta y no se sabe, hasta el rastreo de tus pasos, se capturan, almacenan y venden, y nadie se escapa al ojo y oído del gran hermano. Todo lo que escribes, ves, oyes, haces, y expones, tiene nombre y apellidos. 

Aunque las palabras se muestren bajo el secreto de un “Nick” no reconocible, o en la parcela de una privacidad ilusoria de un procesador de textos, asaltada por tecnologías silenciosas, que de momento sólo pueden almacenarte por tus hechos (y a mucha honra) más si es para elevar la consciencia de una humanidad desquiciada sin saberlo, enarbolando la bandera del amor, algún día, quien sabe, te reconocerán, serás visible aunque no lo desees y, te hundirán en las profundidades terrestres si navegas a contracorriente, abucheado, o, te elevarán con aplausos, aunque no quieras notoriedad, a los altares de lo extraordinario.

Es lo que tiene subirse a un escenario.


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