Viene de mucho más atrás, casi
que de siempre, no lo recuerdo, como no fueran asaltos de la vida, al principio
no reconocidos, con contrincantes reales que mediante golpes conscientes, te
sacudiesen para que decidieses indagar en las profundidades de tu Ser. Como si
se te dijese que el único sentido verdadero de la vida fuese de
perfeccionamiento interior, de observación, y de servicio exterior, amor
incondicional a tus semejantes: «Escúchame, esto es así» Clama tu voz interior.
Que te queda a ti que no sea, aun no sabiendo todavía mucho, decírtelo.
La infancia, la familia, la
amistad, la educación, los estudios, el trabajo, el enamoramiento, los hijos, el dinero, la salud,
tu entono, el mundo, el universo, todo un recorrido, y lo que nos quede, en el
que algo más cercano de lo que crees ser tú, y que también eres tú, aunque a
veces te confundan otros, te arrastra de muy dentro y desde muy fuera, a la
superficie limitante de nuestra perceptibilidad. El resultado de faenar en
aguas profundas conlleva encontrar, cuando las redes invisibles de planos
dimensionales no aparentes, pero existentes, descubren en lo observado,
certezas escondidas, preservadas.
No, no es que no sepamos que
portamos, es que protegemos con el celo de la inconsciencia, o a lo mejor es
una programación encriptada de fábrica a prueba de asaltos, lo que de más valor
tenemos, lo ignoramos, y cuando lo descubrimos, consciencia de nuestro Ser, lo
protegemos. Y aunque quieras compartir, conectar, dar, aportar, abrazar, amar, adviertes
no a que te expones, sino a la exposición en sí misma. Y te conviertes en pecio
de la red, como si lo que protegieses, a ojos ajenos, no tuviese propietario
que no fuese tu propia y sagrada soberanía, y algo a alguien, por valioso, lo
codiciase.
Si somos genética -herencia- y
entorno lo -que nos rodea-, como dice el neurobiólogo Robert Sapolsky, lo único
que necesitaríamos sería que desde el entorno se activasen potencialidades en
una determinada dirección. Pero la ecuación, precisa aparte de nacer en un
momento dado, de sintonía fina, dosis justas de sensibilidad, belleza, reflexión,
asombro, ingenuidad, curiosidad, raciocinio, imaginación, serenidad, juego, maestría,
estudio y por qué no, dosis de motivación y voluntad y aun así aún faltan
muchas incógnitas, demasiados obstáculos que sortear, demasiados prejuicios a
eliminar, demasiados parámetros a abrazar.
Nada es determinista, nada es
inevitable, nada está predispuesto en nosotros, o en parte tal vez sí, pero
todo se puede activar en una dirección bien definida, determinada, inevitable, enfocada
y predispuesta, o si no estás dispuesto, tal vez no. Estemos más de lo que
creamos condicionados por nuestro entorno, requerirá su puesta en
funcionamiento de la atención necesaria hasta la que estés dispuesto a llegar.
Tú te observas a ti, pero a ti
también te observan. Diferencia o discierne de los que aportan y dan, de los
que te observan, tanto los que creen saber y pretenden silencios, cómo los que
no saben y buscan en lo ajeno. Rodéate de amor, procura que nada ni nadie te
descentre, porque tu soberanía, tu sagrado Ser presente de forma consciente, es
inviolable, desde el mismo momento que, desde la dicha y felicidad,
sentimientos y emociones de paz y alegría, logres, desde la autoobservación, desde
el amor, saber de él, de ti.
Ahora te toca a ti empezar su
búsqueda, tu búsqueda personal, porque, en este juego de experiencias que es la
vida, desde la certeza, y no es una frase hecha, que la verdad está en tu
interior, tu soy yo y yo eres tú, porque ambos junto con todos, conformamos,
parte de lo inconmensurable, de lo omnisciente e intangible que es el Todo.
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