Alí Babá descubrió el tesoro de los cuarenta ladrones. Dos contraseñas precisas: “Ábrete sésamo” y “ciérrate sésamo” daban acceso, tanto al tesoro escondido y robado por los ladrones, como a la salida misma de la gruta que contenían las riquezas encontradas.
Como buen cuento entresacado de “Las mil y una noches” aprendemos del humilde honesto y responsable leñador como venciendo la codicia (por muy tentadora que esta sea) la vida misma recompensa:
En los cuentos el bien siempre vence al mal.
Veinte minutos le dijeron. El tiempo de espera para recoger unas pizzas (mala comida) que solucionarían la cena familiar de ese día. Esperó en un banco al exterior. Era verano, agosto y la localidad costera exhalaba esa alegría y felicidad que proporcionan los días de descanso.
Su mente retrocedió. Quince días antes en consulta, de una analítica se descubrió unos niveles de colesterol algo elevados, y de una radiografía de su “pie derecho” un desequilibrio presente por una posible fascitis plantar o espolón que atacando su talón de Aquiles le impedía andar equilibrado desde hacía relativamente poco. Dos diagnósticos leves pero presentes.
Lo más sorprendente para la doctora era la ubicación de un pequeño hueso sesamoideo “fuera de lugar” de su situación habitual. Un hueso que averiguó actúa como polea para los tendones, absorbiendo el peso cuando —derechos— se camina, corre o saltas.
La semilla del ajonjolí cae por si misma de una suerte que es la propia semilla que brota de la planta del sésamo. Lo encontramos en el pan de las hamburguesas (otra comida funesta) casi de forma vergonzante para equilibrar con sus propiedades (si es que algo puede) la ingesta de ese maldito colesterol que campa a sus anchas por nuestro torrente sanguíneo.
Encendió un cigarrillo. Era verano y aunque hacía tiempo que había dejado de fumar se permitió la imprudencia de comprar una cajetilla aprovechando esos días de descanso. La compró en un estanco y nada más salir del mismo al alzar la cabeza en un local en primera planta se anunciaba una asociación local contra el cáncer.
Transcurridos los veinte minutos dispuesto a recoger sus pizzas levantó la mirada. Otro rótulo fijó su atención. En el edificio de las pizzas leyó:
"Apartamentos Alí Babá"
Tiró la cajetilla de tabaco que había comprado, recogió las pizzas con una sonrisa en la boca (no sé si consciente de lo que contenían) se acordó de la contraseña de Alí Babá, de las cualidades del sésamo, incluso de como reanudada su actividad laboral tras unos años en el dique seco unos meses antes y a lo mejor incluso, forraría en Dekton, (Dekton cuidado que se preocupa de nuestra felicidad) unas encimeras al exterior en una terraza “chill out” de esas que atizados en la semana por el curro recurres en otro intento de olvidar todo este extraño mundo, consumiendo gin-tonics y mojitos caribeños bajo música relajante.
La cuarta densidad o la quinta, que uno ya ni se aclara —esos estados utópicos— están cerca, en la conciencia, donde creas (lo creas o no) aquello que piensas de forma instantánea.
El bien —si eres consciente de su existencia— siempre vence y alguien o algo se preocupa de lanzarte llamadas de advertencia —eso sí— entre pizzas, hamburguesas, cajetillas de tabaco, gin-tonics y mojitos de felicidad efímera, donde el mal disfrazado del bien, te quiere engañar...
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