Los dioses se alegraron el día en que nació. Le envolvieron de una sensibilidad que protegía de seda la semilla de su conciencia. Fue un pacto que descubriría con los años. Con el objetivo de ayudar, como esos melifluos San Bernardos, juguetones, cariñosos y protectores, salvadores de vidas, su Ser, esperaría el momento de abrazar la realidad.
Los augures decidieron que fuese el día del padre cuando su trayecto vital viese la luz. Le asignaron (a los once de su madre y los veinte y dos de su padre) los treinta y tres precisos dígitos, necesarios con los que el sentido espiritual permanecería latente.
Y así quedó registrado.
"A child is born" sonaba de fondo en una apacible tarde de verano. Los higos verdes habían madurado y rememorando a Juan Ramón Jiménez, amamantando, dejaban ver sus gotas cristalinas de leche de miel. Otros cantos poéticos trinos de pájaros melódicos, yo sé de dónde, salpicaban las horas de estío. Y su imaginación voló rejuntando, venidas, pasos, amparos y estancias, dando sentido a su existencia, comprobando, asociando toda una manifestación de voluntades divinas.
No sería Bernardo Claraval, el acompañante de Dante al empíreo (el paraíso de la Divina Comedia) como tampoco el Napoleón idealizado (atravesó los Alpes suizos en una mula) que pintó Jacques Luis David, tan arrogante y victorioso desafiando las inclemencias gélidas a lomos de su majestuoso corcel. Tan poco el manso perro con su barrita de brandy al cuello (otro invento imaginado del hombre).
El Bernardo (también santo) era el de Menthon, recordado por su bonhomía, el que daba cobijo y ayuda a los viajeros peregrinos por el paso alpino.
Y las coincidencias hicieron que el día de la inauguración del túnel (el de San Bernardo en el año 1964) se anunciaran, sonidos de cuerdas y tañer de repiques de campanas, por el nacimiento de un niño...
A Child is born
Ulf Wakenius Group
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