Primero establece un orden, luego ejecuta lo planeado, por último, toma conciencia y observa su resultado. Así lo hace el programa. A muchos de nosotros que solemos soñar despiertos nos queda el cometido de autentificar la realidad.
Su recorrido obedecía a
prescripción médica. Salía de su
domicilio en la calle León, y enfilaba
la calle del Prado de camino a la actual plaza de Santa Ana, por aquel
entonces ocupado por un monasterio de Carmelitas Descalzas. Era zona de corrales
de comedia escenarios de la dramática del Siglo de Oro
español.
Discurría tranquilo abril por aquel año 1615.
El día era azulado y la primavera se vestía de esos cielos velazqueños enmarañados
de nubes de la capital madrileña. Se respiraban nuevos tiempos. Por desgracia acusaba
la posible diabetes que un año más tarde acabaría con su vida. El ejercicio
moderado por los empedrados del actual barrio de las letras era casi su única y
mejor terapia.
Cuatro siglos, hace de ello. Las
monarquías absolutas del XVII, la Ilustración, el fin de los diferentes
reinados absolutistas, las democracias constitucionales y la transformación social con los increíbles
avances tecnológicos iniciados en el siglo pasado y que vemos en este primer
cuarto de siglo XXI sintetizan a groso modo estos cuatrocientos once años
pasados.
Detallarle viajes por el espacio a
velocidades increíbles, la posibilidad de observar con aparatos lo micro y lo macro,
de la eclosión actual de la humanidad, su organización en instituciones, los
avances científicos, por poner sólo unos pocos ejemplos, a pesar de su fértil imaginación debería de sonarle irónicamente
casi a una imposible armonía satírica de la vida que nunca conocería.
Él que había participado en la
batalla de Lepanto, encarcelado en Argel, recaudador de impuestos y escritor de
novelas de caballería, tan idealista y crítico, rebuscaba unas blancas para hacer
un alto en la venta que le reservaba sitio a diario, y saciar con moderación su
sed.
Tampoco sabemos porque mirando al
pasado, melancólico, desde su presente D. Miguel repasaba ese día los
principales acontecimientos de los cuatro siglos anteriores. A lo mejor imaginaba
escenarios futuros a novelar.
Desde luego examinando esos años
fueron siglos de determinación: La religión, el feudalismo, el capitalismo
comercial y su camino abierto con el descubrimiento de las américas permitió a
Europa explorar nuevos mundos con la navegación.
Un individuo se le acercó y saludó. Vestía elegante el caballero. Su camisa
de fino lino blanco, jubón de terciopelo dorado, calzas y capa negra, junto con
la lechuguilla al cuello escarolada, más su rostro afilado, mostacho y perilla cuidadas
retrataban a este singular individuo.
—¿Me permite vuesa merced
sentarme en su compañía? soy un gran admirador de su obra.
—Siente se usted caballero, acepto
halagado su sincero cumplido.
—Me presento, mi nombre es Pedro
de Hechos. Soy andador de mundos, he leído y visto como usted, cuento
historias, no con tanta maestría y oficio, más sí, aunque le parezca imposible,
he sido informado por viajeros, digamos de otra época, de acontecimientos que
serán, más quisiera informarle de ello.
Sorprendido por sus palabras acorde
a pensamientos que aquel día le invadían, sonrió internamente para adentro inquiriéndole
con curiosidad a hablar. —Cuénteme, D. Pedro que sabe usted de futuros y
predicciones que a nuestra edad me temo no veremos.
Sacó de la faltriquera un doblado
papel para no perder hilo. Desarrollaba a vuela pluma todo tipo de mareantes detalles, toda
una sinfonía de predicciones que no dejaban de sorprender, y ya era raro, a un
hombre, como Cervantes, tan agudo y perspicaz como atento a tanta imaginación e
inventiva.
—En efecto he de decir que
seguro que «cada uno es artífice de su propia ventura» —Permítame Sr. De Hechos, que le
recomiende con prudencia esta máxima. No es que dude de usted y sus
afirmaciones, pero prefiero: «Dar crédito a las obras y no a las palabras»
Despidiéronse y aun aturdido D.
Miguel reanudó su paseo. El encuentro había sido extraño. De camino a su hogar repasó tanta ficción recibida. ¿Podría
utilizar su contenido en alguna de sus obras últimas? Material desde luego no
le faltaría.
Henchido momentáneamente en su ego
(D. Pedro le afirmó que su obra el Quijote sería el segundo libro más leído en el
mundo después de la Biblia, además de que su apellido llevaría el premio de
literatura más importante en lengua castellana) pensó si lo vivido era una
broma, un sueño o ambas cosas.
Al abrir con llave la cerradura
de su casa, y entrar en sus aposentos el
ingenioso hidalgo negó con su cabeza, como queriéndose zafarse y no dar crédito
de lo ocurrido.
Pero sin saber por qué sintió que algo de certeza hubo en ese encuentro. Una certeza que identificó como si fuese un despertar de un sueño de gloria que la vida humana, tan provisional y cambiante, ratificaría de forma incuestionable con el discurrir de los siglos venideros.
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Las huellas precisas del plan
para la llave 2, del siglo XIII al XVII (años 1208 al 1614) fueron en puerta tres
(la dificultad inicial para establecer un orden). Y su camino 25 la puerta 63
la determinación para encontrar
precisamente ese camino y recorrerlo. Su cruz, la cruz de la conciencia.
Las huellas precisas del plan
para la llave 2, del siglo XVII al XXI (años 1615 al 2026), son la puerta 42 (el aumento, crecimiento). Y
su camino 25, la puerta 37 (la familia, la puerta de la amistad). Su cruz, la cruz
de la planificación.
Las huellas precisas del plan
para la llave 2, del siglo XXI al XXV (años 2027 al 2438), serán la puerta 51 (el shock). Y su camino 25 la puerta 55 (el despertar de la libélula). Su
cruz, la cruz del Phoenix Durmiente.
Las dos primeras fueron y son, esta última, será….así lo dicta, lo crean o no, el programa de la obra...el sueño de un encuentro inimaginable para la vanidad del hombre.
Semana del 30/10/2024 al 04/11/2024
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