«Los enlaces deberían ser azules, más vistos que no tan sutiles», me lo dice un conocido tras advertir su traza al cabo del tiempo en no pocas entradas. Tan inadvertidos fueron en soportes tecnológicos de lectura, tal vez poco apropiados, como presentes reclamando despertar a ellos en su intención levemente presente.
Pero esto no es un blog a la sazón propiamente dicho y su razón de «haberlas haylas»
Estar siguen estando, más por tímidos, tenues o grisáceos, deseando les pulsen, pasados por encima ¡y de ellos!, siendo en su conjunto parte de la melodía cierto es que hubiesen requerido por mi parte de alguna instrucción oportuna.
Antes bien, si en cada entrada repito el rizo de una misma melodía ―la de tiempos inmemorables― la hago reconocible voy a su encuentro dando saltos de tamaños adecuados y ritmos apropiados y la relación íntima que establezco entre la palabra y la oración ―acompañada de una sucesión de acordes y enlaces sutiles― busca producir diferentes armonías entre lo interior y lo exterior, entre los albores y el ocaso, como un preludio anunciado.
Y
es que por ser principio de visibilidad de lo que por levedad se mostró ante tu
vista y no viste, de recuerdo, deberían llevarte por los caminos de su lectura,
a la música celestial o al sonido más mostrado que acompaña a la intención
profunda ―conexión brillante de su contenido― que ratifique mensajes, ideas y dichos.
Así
pues, mi querido Sancho, desenmascaro su presencia, a su título, y te emplazo a
relecturas que te sumerjan en las matrioscas de mi universo pues tan sólo acariciando un dedo encima de ellos te entregarás al laberinto de la entrada profunda o a
la salida del túnel de una vida, que ni por añil ni por vista pretende, tan
sólo mostrarse así lo encuentres y te provoque en el viaje lo que tú mismo
inicies.