Y si lo dijeron los chinos, por sabia, la frase me permito atribuírsela a Lao-Tse.
En cualquier caso, este precioso "voseo" uruguayo “acordáte” por recuerdo y conformidad traen a mi memoria propia algo percibido, aprendido o conocido que se retuvo, sea en los espacios inalcanzables de la mente o en los "registros akáshicos" (los archivos de la memoria del alma) al servicio en un silencio expectante y que en un ahora vivido atraigo hacia mi corazón.
Y si va hacia el corazón (que es
amor) referido a las palabras que forman oraciones, formarán acordes de un
sonido de notas simultáneas que merezcan revivirse para avanzar en cualquier
armonía que, iluso de mí, mejore al insoldable y eterno vacío.
¿Qué es el Eso al cual el tú
puede descubrirse afín? Se pregunta Huxley.
Me respondo, Eso, es silencio, laguna
de amnesias a rescatar, mementos que requieran apuntalarse o cimentar para fijarse
de nuevo. Lapsus de memorias maltrechas. Tal vez improntas que dejen posos
profundos en tu psique y que cuando rescates sigas sin más para crear algo
verdadero.
Lo indecible experimentado y narrado sin razón. O con razón, de aventuras más lógicas de lo que creemos alimentadas de energía (ese insight instantáneo) que las hagan liberar y crecer sin desviarse.
Roza Rumi, por pura razón, el
silencio en esta otra preciosa frase de palabras mágicas:
“El Amor es el astrolabio de los
misterios de Dios”.
El inefable silencio, sentimiento liberado (si la “seidad” en su imposibilidad hablase) que mide desde su ubicación infinita en las estrellas que le acogen, tu naturaleza equivalente y creadora que se descubre, queriendo acercarse, expresada en palabras que pudiesen mejorar tan sólo un poquito, a lo que tan sólo por Ser, Es.
Recuerdos, acuerdos, acordes que te lleven silenciosamente, por existir, al Amor incondicional...
Brad Mehldau