La espera convertida en gerundio
me permite descubrir en este impasse de incertidumbre estival si todo está o
estará bien.
Tras calores continuados
inusuales, ardientes y extremos, nos siguen martilleando con un otoño duro de
derivadas de guerra, recesión, escasez, ahorros energéticos e inflación. Todo
cómo algo inevitable, sí o sí, por venir en voces lejanas de tertulianos y
políticos inoculando en vena (o mostrando la realidad) en las entrañas, el miedo.
La espera o la esperanza (si es
que esta es lo último que se pierde) se sobrelleva mejor con melodías suaves
mezcladas de pop ligero, funk, soul y jazz fusión (que son los referentes que
dieron nombre al smooth jazz) y hoy
escucho.
Esto de triunfar donde otros fracasan y de fracasar donde otros triunfan (la característica fundamental del canal del descubrimiento 29/46)¹ es lo presente en este día (si este canal lo posees) o como es en mi caso al conectarse puntualmente la puerta 29 (Sol en el cielo) en esta semana con mi tierra consciente en la puerta 46.
Pero es sobre todo este tránsito
solar (lo abismal) ―lo hondo dentro de lo hondo― la que nos visita desde ya y me
sumerge por unos días playeros bajo templadas aguas y sombrillas hincadas en la arena.
Viene a decir algo así como que
más vale que afrontemos las dificultades de la vida tirando de esta con
compromiso, adaptándonos y afirmando el sí
a la Vida, que el camino experiencial te lleva por ciclos toda una vida, me
temo, donde se alternan sinsabores y alegrías bien repartidas.
Estar en el lugar adecuado y en
el momento adecuado energizándonos en espera, esperando, en lo que me concierne
escribiendo experiencias acompañado (como decía antes) de música suave, una
temperatura agradable, con un cubata, es la experiencia que toca.
Que todo absolutamente todo, de
momento, al menos por hoy está bien.
Qué retornando viajes de
aprendizajes de vida haciendo un alto de vuelta al embrujo nazarí de la
Alhambra ―paraíso
de jardines y palacios― y a su contemplación, alimentando mi cuerpo y espíritu,
sin pretender ninguna respuesta, esperando el atardecer dorado desde el
Albayzín, me recordaron ayer que todo absolutamente todo también está ―y
de seguro a futuro― estará bien.