sábado, 20 de diciembre de 2014

salió a recibirle

Salió a recibirle. Una mirada bondadosa de una madre que enseñaba su hogar.

«Verá aunque trataron de arreglar las humedades siguen presentes. Ahora en invierno hace frio pero prefiero dejar las ventanas abiertas para que ventile»  

La casa un bajo interior de unos 60 metros cuadrados de una finca muy antigua, distribuía como podía habitaciones, algunas sin luz exterior, de una familia humilde migrante. La señora pagaba un alquiler a duras penas y sus dos muchachos, recién le comentaba resignada con lágrimas en los ojos había perdido a otro, cursaban estudios en el instituto público del barrio. Los dueños vivían fuera de la ciudad y la habían confiado, cosa extraña por lo que supondría para ella y su familia tener que buscarse otro hogar, para que alguien, les tasase la vivienda. Había recibido propaganda de una inmobiliaria local.

Se le encogió el corazón. Aunque en su trabajo toda casa tiene un precio, hay veces que la realidad se impone cuando se advierten incoherencias en los métodos,  y se intuye, aunque no sea del todo cierto, esa sensación de haber hecho algo mal.  Así es como se sentía en ese momento.

Trató de darla una solución. La orientó en el precio y la sugirió que antes de confiar en una agencia lo intentara según sus indicaciones. Para que hablarla de posibilidad de exclusivas y comisiones. La mujer le dio las gracias y se disculpó por no poder ofrecerle café. Un perrillo que correteaba, les seguía en la visita. Pedía atención, caricias y juego. Se despidieron. Se desearon unas felices fiestas y todo lo mejor para el próximo año.

A la salida sin muchas ganas de trabajar se volvió para su casa. A la entrada del metro se paró. Un guitarrista que se ganaba unas monedas, en agradecimiento a su atención le regaló una sonrisa. Interpretaba de forma magistral recuerdos de la Alhambra del maestro Francisco Tárrega.

Las lágrimas afloran de muchas maneras.

Unas veces salen por el dolor de ver sufrir a alguien cercano. Otras, por la emoción sincera de sentir el dolor ajeno como propio cuando adviertes tantas desigualdades, tantas distancias entre las personas No en pocas ocasiones se disfrazan de compasión por uno mismo, cosas del ego. Y otras, sintiendo una bella interpretación, admirando la sensibilidad en la mirada de un desconocido con  la capacidad de transformar un duro presente, en el recuerdo de unas vacaciones hace unos años, donde, privilegiado desde el Albaicín, nuestro protagonista contemplaba y disfrutaba a la caída de la tarde, con el mismo sonido de fondo, la majestuosidad de una obra imperecedera.

La vida, pensó mientras un arrugado clínex se acercaba a su rostro, no es más que un viaje de aprendizaje.




Música: Recuerdos de la Alhambra
Autor: Francisco Tárrega
Interprete: Ana Vidovic

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