martes, 13 de diciembre de 2011

adn orígenes

Vayamos hacia atrás desde el ahora, el presente. Parece ser que perdimos la inmortalidad. Aterrizamos, y nos convertimos en caídos. Dejamos de atraer carga.  Se necesitaba, porque esta carga generaba, cuales niños que juegan en cualquier cultura, felicidad, éxtasis. Como se perdió, como olvidamos como tener felicidad, buscamos una adicción un sustituto del aceite de “masaha” (la palabra mesías, proviene de aquí del antiguo hebreo, ungir), de ese aceite de sangre menstrual, que tal Vírgenes Vestales daban a los bebes, para atraer carga, para almacenarla, para que el ADN implosionase y cual viajeros del tiempo navegásemos entre las estrellas.
Esa adicción, no fue otra que ese "polvo monoatómico" de oro, una sagrada comunión, donde los ojos se convertían azules y las enfermedades crónicas desaparecían, ese generador eléctrico, ese maná, esa ostia de trigo en la tradición cristiana, esa chispa química.
Pero esa adicción conllevaba un problema:
¡Te podía costar tu alma!
Lo que ahora nos toca está en corregir el error, aunque más bien pareciera que estemos rehaciendo su error. Poner foco, centrar la atención, dejar escuchar en el cerebro, de entre los miles de pitidos, a nuestros ancestros sintonizando a través del ADN para que este detone y nazca. Porque si existe un verdadero ego (ese campo plásmico con el que nos identificamos) este se ha de basar en el amor, en la compasión, en la capacidad de sentir el dolor fuera de ti como propio, y cuando más atraigamos carga más sentiremos que podemos compartir, de tal modo que nuestra áurea crezca, se haga poderosa y nos conduzca exitosamente navegando a la inmortalidad de donde vinimos...
...Y tal vez... se nos permita, mediante vórtices de carga, atravesar agujeros de gusano...

Nota)
Texto literaturizado de notas tomadas  de la conferencia dada por Dan Winter en Barcelona, sobre los orígenes del ADN humano y su vinculación con los anunnaki y la civilización sumeria.

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