En la cultura griega se originó la democracia. Existían polis o ciudad estado, no existían alcaldes ni ayuntamientos. Pericles era un orador. No existía la democracia representativa actual. Todo se dirimía en las asambleas. No se votaban a personas. Los cargos eran por sorteo y en las elecciones participaban los ciudadanos. Existían jurados públicos y se votaban las decisiones.
Dice Savater en su libro política para Amador: “la democracia se basa en una paradoja que resulta evidente a poco que se reflexione sobre el asunto: todos conocemos a más personas ignorantes y más personas malas que buenas…luego es lógico suponer que la decisión de la mayoría tendrá más de ignorancia y de maldad que de lo contrario. Los enemigos de la democracia insistieron desde el primer momento en que fiarse de muchos es fiarse de los peores. Los grandes filósofos de Atenas, como Sócrates y su discípulo Platón, señalaron con agudeza que la gente no suele tener más que conocimientos -de andar por casa-, basadas en apreciaciones apresuradas de lo cotidiano y en lo que oyen decir a los demás…” Pero como bien dice Savater más adelante los griegos eran valientes ya que preferían hacer disparates elegidos por ellos que disfrutar de aciertos elegidos por otros. Así más o menos surge la democracia.
Según Lacan desde una perspectiva del psicoanálisis, el sujeto humano aprende quién es a partir de lo que otros le dicen. Lacan desarrolla su teoría en “el estadio del espejo” donde el yo se construye, entonces, a partir de una imagen externa, lo cual implica que la identidad nos es dada desde afuera. El yo se precipita a partir de una identificación imaginaria, donde incorporará las palabras que oye, generará su identidad en base a ellas, operando lo simbólico desde lo inconsciente.
Se me viene a la memoria el “crop circle” del 7 de mayo en Hannington. Los conceptos formulados por el filósofo Jacques Lacan anudados en la constitución del sujeto a saber: lo real, lo imaginado, y lo simbólico. Todos ellos imbricados según la forma de un nudo borromeo, (o, nudo Borromi). Articulados entorno al objeto de deseo. En el nudo borromeano, el desanudamiento de cualquiera de los tres, provoca el desanudamiento de los otros dos.
Metaforicamente hablando el pueblo es como el imaginario colectivo DEMOS, el poder la CRACIA (krátos, que puede traducirse como «poder» o «gobierno») representado en lo simbólico y lo REAL igual al lema de las movilizaciones, articulados los tres entorno al objeto de deseo que es la política. Y nos viene a decir:
No existe política (la acción del Estado en beneficio de la sociedad), si el poder, no es real y es del pueblo, por separado no funcionan. El poder no es real si no es del pueblo. El pueblo no tiene poder si este no es real, donde lo real según Lacan sería justamente aquello que está excluido de la realidad, lo que carece de sentido, la dimensión de lo que no encaja, de lo que no podemos situar, aquello que escapa a la significación, lo que está fuera del orden simbólico representado por el poder, aquello que como pueblo, necesitamos articular para que la sociedad se beneficie. Los tres conceptos imbricados dando orden y sentido a la política.
A algún que otro político no le ha gustado el adjetivo Real. Prefieren que las reglas del juego excluyan a lo real. Es como ha sido hasta ahora, sistema democrático donde la política se articula a través del poder del pueblo. Le chirria lo real, en el fondo porque le desnuda, prefiere que el sistema se quede tal y como está, así es la mejor manera de beneficiarse mientras gobierne en el sistema democrático. Yo gano porque el pueblo me vota en mayoría, pero no ahondes en lo real, ya que implícitamente me recuerda lo que no encaja lo que no podemos situar desde la limitación que mi ideología te impone, ya que esta me sirve para marcar las fronteras que me convienen.
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