lunes, 5 de diciembre de 2011

quizás

Quizás Internet abrió "la caja de pandora". Manos inocentes sacando de la chistera de todo, intentos de alcanzar conocimiento. Grandes verdades y otras cosas que quieras ver se entremezclen como en la película de ET, en la que los muñecos de peluche de la cama se confunden con la figura inmóvil del que se camufla entre ellos. Si mirases bien, seguro que alguien cómplice te guiñaría un ojo.

Quizás todavía haya quienes duden si seguir sacando de la chistera más y más pañuelos entrelazados, introducirse a lo Alicia en la madriguera de lo incognoscible, o quizás reposar en la quietud de la mente y reconocer otras realidades.

Quizás la aparición de Internet y el desarrollo de sus aplicaciones sea una llamada a los "egrégores". Los espíritus de grupos andando sueltos, por las redes sociales de los blogs, por los Facebook, Tuenti, Twitter, e-mails, aglutinando almas casi con un único deseo de contacto de oír, oírse y ser oídos. ¿Quién los escuchará….?.

Quizás cuando te expresas, si te aferras a lo tradicional los hay que te verán fundamentalista, si las pruebas no son concluyentes escéptico, si no abandonas la religión o te aferras a los rituales, dogmático, descreído o postmoderno, si te inicias en los saberes antiguos sectario, o masónico, o cabalista, si te aferras a cultos, a los gurús, o  a los/as  canalizadores, seguidor de la Nueva Era, si lees, intelectual, incluso puede que si apeles a la sinceridad te vean como un extraterrestre, descendiente de “annunakis”, “pleyadianos”, “sirianos” o “crístico” y divino, a puntito de cruzar el umbral de esta dimensión.

Aunque quizás también te vean crédulo, manejable e impresionable y no lo dudes los hay que se aprovecharán de ti.

Quizás las etiquetas nos sigan acompañando, diseccionando nuestra profunda ignorancia en cajas separadas, pero bien etiquetadas.

Quizás conozcamos a personas peculiares. Recuerdo un comentario hacia una persona que le dijo hace años otra. Le dijo que su problema es que era peculiar. «Es que tú eres peculiar» le dijo etiquetándole. Todo un adjetivo calificativo hacia su persona que lo diferenciaba del resto y que hoy todavía agradece y tomo casi más como un cumplido que como un problema.

Quizás te cueste, pero entreverás otra etiqueta: La marca de la sensibilidad. Reivindicar lo sensible en este mundo a veces tan cruel es una temeridad, y es que la sensibilidad y la sensiblería se confunden en no pocas ocasiones. Pero como dice E. M. Forster, se es aristócrata (sin, entiende él, connotación clasista o de poder) de lo sensible, aristócrata de lo considerado, cómplice de la verdadera tradición humana, que es la del humano que es o trata de mostrarse tan sensible hacia los demás como a lo es de sí mismo. Considerado sin ser artificioso, no ostentoso y con capacidad de resistencia a los mismos que en el ejercicio de sus contradicciones sobreviven día tras día, en la oscuridad, la crueldad, el caos, el poder, quizás en su inconsciencia sin saber su grado de confusión.

Quizás no sepas en qué consiste el coraje, ese difícil equilibrio entre la cobardía y la temeridad. Víctor Frankl sobrevivió a un campo de concentración y escribió un maravilloso libro; «El hombre en busca de sentido» la capacidad humana al límite transcendiendo a las dificultades para descubrir un sentido a esta vida, para entender que está en nuestra condición humana, que se esconde en el interior de ella y no comprendemos. Lo hizo desde una experiencia extrema admirable sin enjuiciar, sacando de dentro su más alta dignidad dejando que aflorase la compasión y el amor, quizás su condición sensible, su etiqueta, su motor interno que le permitió seguir viviendo en aquellas circunstancias. Todo un ejemplo digno de admiración.

Quizás no nos preguntemos por qué nos enfocamos tanto hacia fuera y tampoco hacia dentro.

Pero quizás tu problema sea que todavía no te has perdonado. 



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