No dispongo de la verdad. Analizo lo externo más bien como
observador social, por si encontrase certezas que verificasen de forma empírica
el devenir de los acontecimientos. De venir o prevenir, “de” y “pre” como
sufijos que se adelantasen a lo que
tuviera que venir. Los analistas de riesgos ejercen de continuo esta manera de analizar
sondeando lo pasado, desde el presente
para allanar cualquier sorpresa no deseada. Las probabilidades y sus
consecuencias les permiten evaluar riesgos calificándolos, que no siempre erradicándolos,
de no ser que se tomen medidas.
El ejercicio anterior es la única manera eficaz de sortear
la incertidumbre, y no garantiza ni su precisión, ni la verdad. Es sólo un
ejercicio de atención tan necesaria como exclusiva que permite ser más
consciente. Y ser más consciente es estar más despierto.
A un árbol que le dediqué una trilogía le han salido brotes
en su doblada base. Los demás que le acompañan a lo largo de la calle se
preparan un año más para recibir el otoño. No me percaté de esto hasta ayer mismo.
De hecho hacía tiempo que no le prestaba atención. Ayer si, y unos metros más
adelante los mundos superiores que habitan en mí, me confirmaron, así lo he entendido, mi atención.
Sonreí miré al cielo y lo agradecí. No dispongo de la verdad como no sea que
intuya que un mínimo gesto sincero de amor pueda conmover y sacudir los
cimientos de la creación. Si este gesto lo hiciéramos todos cambiaríamos el
futuro dado que en lo concerniente a nuestros actos la responsabilidad de lo
que venga, aunque no lo crean, es única y exclusivamente nuestra.
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