El hombre hacía ademanes con las manos imitando un lenguaje para sordos. Era imposible entenderle por los suyos, como seguramente alejado e imposible es entender las palabras de los poderosos que mandan. Políticos de discursos tributando homenaje a un hombre, Madiba, que fue un esclavo, si por ello entendemos que durante parte de su vida careció de libertad y derechos por estar sometido a la voluntad y dominio de otros.
Esclavo de la tribu shosa, a lo mejor descendiente por derecho de los primeros esclavos, los de las minas de oro de hace 200.000 años. Sudáfrica la de los híbridos originales, nuestros ancestros mezclados por manipulación genética para realizar las tareas que los que se denominaban dioses se cansaron y no querían hacer. La teoría evolutiva apócrifa de los dioses sumerios.
Estos días el poder del mundo mundial rinde homenaje a Mandela, un esclavo que luchó por su pueblo, y que llegó al poder, ya en libertad, elegido por un pueblo que entendió la estupidez del racismo. La élite política se reúne, como diciendo cual si de una metáfora fuese, que entiende, porque ellos te dicen que si lo entienden, que la evolución nos permite ser algo más que esclavos.
Pero no.
El señor de los signos a los sordos tan sordo como el de las “selfies” con la danesa, parecen indicarnos que aún no sabemos ni entender los signos, ni las palabras, ni escuchar. La obsesión por alcanzar la libertad para ser dueño de nuestro destino todavía nos persigue. Y nos persigue porque mientras no sepamos el origen de nuestra identidad nos será difícil avanzar un paso más en nuestra evolución.
Han pasado casi cincuenta y seis años de los suyos. Observan cada tres mil seiscientos años como la evolución nos permite desarrollarnos. Pero queda mucho para afirmar que en nuestra situación y condición no estamos sometidos a la voluntad y dominio de otros. A los que ostentan el poder aún les gusta, quien sabe si por imitación de sus creadores, que ciertas tareas las hagan otros. Les sigue gustando demasiado el oro.
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