Sobre la palabra escrita.
Hay desenlaces, destinos finales, que resumen y nos trasladan más allá de su significado, metáforas de una realidad de estos tiempos, más bien de todos los tiempos, desde que se nos dio el uso de la razón, si es que alguien nos la dio o no lo hemos trabajado nosotros, que, a poco que nos demos cuenta, nos informan:
Jota ya no está. Si, el árbol fuerte con forma de “J” ese que vivía en su alcorque en una hilera de castaños en la acera de un vecindario, vecino del longilíneo “I” y del imaginario “k” ya no está. De hecho ninguno de los tres está. Al diferente lo han talado, el estirado, ya rígido hace mucho tiempo también y el imaginario sólo existió más allá en mi imaginación.
Jota no estaba enfermo sólo tenía su centro de gravedad desviado y rompía la alineación de la calle. No suponía ningún peligro para nadie, se llenaba de frondosas hojas en primavera, ni siquiera molestaba su presencia en un sentido estético pues su presencia rompía un paisaje urbano anodino, de una calle anodina, de una parte de una ciudad cualquiera.
Pero tuvo la osadía de desviar la atención.
Por lo visto se ve que aprovecharon, en unas tareas de mantenimiento rutinarias para sustituir a ambos de una tacada.
Hubo esfuerzos para paliar una sufrida desviación con piedras de apoyo en su base. Hubo abrazos emotivos sentidos al rodear su cuerpo, hubo palabras de ánimo y reconocimiento de sus diferencias cómo respeto a su existencia. Aportaba lo mismo que los demás, sufría quien sabe si por aguantarse o esforzarse en igualarse. O tal vez no sufría y disfrutaba de su condición con su morfología rebelde alegrando y calmando el dolor de sus vecinos, esos tan anodinos y formales. Incluso los mundos superiores, así me lo comunicaron, en agradecimiento a un acto sincero de amor le regalaron unos incipientes brotes en su base que lo acompañaron unos meses antes de que alguien decidiese analizar lo inexplicable.
El sistema no permite al diferente mucho tiempo. La sociedad dicta sus normas: En perfecta alineación y bien firmes. Conformando una simetría visual desde el centro de la calle, de tal forma que no se vea alterado el paisaje por lo diferente. La uniformidad, lo homogéneo y la igualdad a ambos lados…
Pero esta historia no es nueva, la selección natural se ha repetido una y otra vez de diferentes maneras y formas, obviando y desechando desde el débil, al diferente y ya veremos si esta vez, consigue ganar la batalla. Batalla de una guerra, por cierto, que ya dura miles de eones, en la que se debate la orgullosa tolerancia de los que imponen y creen que debe ser y el respeto por la existencia de los que reclaman su derecho a Ser.
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