miércoles, 25 de mayo de 2016

panegírico

“Su curiosidad era directa”.
“Su reflexión, permanente”.
“Sus ideas, siempre exploratorias del arte y lo humano”.
“Su inconformismo vital, ejemplar”.
“Su impaciencia, virtuosa”.
“Su rebeldía racional, inagotable”.
“Sus guiños, permanentes frente al aburrimiento y la mediocridad”.
“Mediante la indagación personal y aislada en su obra llegó a soluciones parejas de algunos de los grandes artistas de movimiento de vanguardia española de mitad de siglo”.
"Sus obras claras sin dejar de ser complejas; trabajadas, sin dejar de ser instintivas, sinceras (...) León en estado puro, lejos de los circuitos convencionales, un tesoro por descubrir"...
“Vuestro, nuestro, maestro de vida”.
“Una persona increíble y admirable”.

A las palabras anteriores que no son mías sino una breve recopilación sentida, de amigos y familia, de quienes le conocieron, quisieron y admiraron, añado:

“El arte, la creatividad, su creencia”.

Pero por encima de todo su obra. Entendiendo el arte, en la extensión más amplia de la palabra: 
La expresión de su Ser sin manifestarse al alcance y mostrada desde su interior, donde la expresión natural e instintiva nos muestra una realidad superior que nos contiene.
Su creación, su legado, su energía, la que nos deja, la que se queda con nosotros. La que vemos en cada, escrito, rincón y pared de casa, sabedor como lo fue siempre en su sensibilidad, de su sitio exacto, donde equilibrase y mostrarse, donde fijar nuestra atención, la que él rescató con cada obra creada desde su particular mirada.
Garabatos, viejas, cajas, piedras, tejas, bolas, letras imposibles, “cosas” cómo él decía, como causas que motivan a una acción. Y como no, sus laberintos. Ese algo hacia dentro de donde no se puede salir y que tanto le atraía. Estelas, así las llamaba, de algo que ocurre, ha ocurrido o está por venir.
En palabras suyas que nos acercan a su pensamiento y entendimiento del arte, y muy posiblemente a los enigmas de la vida, los hilos del pasado, del presente o el futuro, que entretejió en su pretensión de fijar plásticamente aquello que engloba todo, escribió:

“Sabiéndome puro laberinto pues ni me abrazo con la mirada ni me entiendo, me queda el consuelo y disfrute de la esperanza. El laberinto seguirá presente cuando los otros dejen de estar presentes, este agotamiento de la presencia de la mirada sobre las “cosas” será un enigma, siendo esta esperanza, la que la devora todo, porque con esta forma de atención fascinada, es como las “cosas” en el arte, llegan a nuestra mente”.

Descanse en paz, un genio, una persona que nos enseñó con su ejemplo, siempre vivo en nuestra memoria:
Papá 

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