domingo, 11 de junio de 2017

arrobamiento

Vivimos en un gran vacío cósmico del orden de siete veces más que el promedio conocido, en un radio de 1000 millones de años luz. O sea, aislados. Lo confirma un estudio observacional de la astrónoma Amy Barger de la Universidad de Wisconsin–Madison. La noticia del siete de junio del presente año, nos indica algo así como que nos alojamos en el interior del hueco de un queso suizo, lejos muy lejos, de la mundanal cuajada cósmica tan atiborrado de galaxias, estrellas y planetas que conforman el universo conocido. 

Entendámonos: O estamos aislados en una incubadora a punto de nacer a la vida cuando se den las condiciones adecuadas y se separe el suero, o bien nos han recluido, aislados en un centro penitenciario, a la espera de cumplir condenas kármicas, o comportamientos mal aprendidos y volver a la fermentación galáctica. 

Para Von Daniken desde afuera —desde el queso emmenthal— nos ven como hormigas, más concretamente revela en una reciente entrevista a la pregunta de: ¿Cuál es el interés de los extraterrestres en nosotros? respondiendo: «No siendo nada. Absolutamente nada. Miramos a las hormigas, observamos grupos luchando unas con otras, pero no interferimos…» 

Desoladora respuesta.

El genial Networks nos definió hace tiempo, magistralmente, el queso gruyere: 

«Si la gente normal sospechara de la existencia de tan abrumadores universos de luz inteligente… nutridos de paisajes de SONIDO VISIBLE rebosantes de topologías de espacio y formas geométricas inéditas, surcados por evoluciones de fibras de pneuma y pleroma multicolor con tonalidades intermedias JAMÁS vistas que aparecen entre los matices del exiguo rango del espectro de radiofrecuencia que capta el ojo humano … cuyas emanaciones pueden ser escuchadas, palpadas, saboreadas y olfateadas en una sinestesia y mezcolanza de sentidos y sensaciones que solo provocan el asombro, arrobamiento y el gozo más sublime e inenarrable… si las gentes en general recordaran haber presenciado semejante paisaje de dicha, belleza y embeleso… al menos 3000 de los 7000 millones de habitantes del globo se habrían cortado las venas hace tiempo para acceder a tales dimensiones de percepción»

Mientras escribo estas líneas de fondo oigo el trino de los pájaros del vecindario, a Vassilis Tsabropoulos tocando Melos, a mi hijo preparando con su madre un examen de lengua. La percepción, de momento tan limitada a nuestro reducido espectro diseñado, en plena evolución, nos acerca, a poco que fuésemos sensibles y supiésemos captar, a esa descripción cósmica de sonido visible de asombro, arrobamiento y gozo que portaríamos caso de saber apreciarlo. 

La música, ya fuese la de los cantos de la naturaleza, la de sus silencios en las notas, o la de la ayuda de una madre a un hijo en sus estudios, su inefabilidad, su capacidad de conmover pareciera, ya fuésemos magistralmente incubados por nuestro astro rey u ocultos penitenciariamente formando parte del gruyere de la vida, decía, tan sólo dos opciones a sopesar. 

Que seamos o no observados, que les importemos o no, no influye, porque estoy convencido, nos cuidan, y a poco que les hagamos ver acerca de nuestra incipiente consciencia, de nuestra colosal capacidad creativa a través del arte, en un futuro se nos permitirá apreciar esas topologías inéditas, esas emanaciones sinestésicas para los sentidos, esa inenarrable experiencia de quienes nos llevan millones de años de evolución inteligente, que nos permitirá sin duda, su deleite y su gozo. 

Aún hay, a pesar de la barbarie humana, esperanza.



álbum: Melos
canción: Melos
intérpretes: Vassilis Thsabropoulos, Anja Lechner, U.T. Ghandi


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