El Discóbolo Castelporziano en el museo Nazionale de Roma es una escultura copia del famoso discóbolo de Mirón. En mármol, data de la época romana en la edad antigua. Eso sí descabezado, sin brazo, sin parte de una pierna y sin disco, que el pobre bastante tiene con aguantar hasta ahora.
De Alfonso Reyes escritor mexicano —poco conocido en España— decía Borges que era el mejor prosista en lengua española del siglo XX. Tal alabanza por parte de Borges lo leía en la contraportada (en la feria del libro) en un pequeño libro “El plano oblicuo” donde una serie de cuentos, relatos, ensayos o poesía breves, continua, acercan según lo leído, a su erudición exquisita.
Portada, solapa, la propia contraportada y prólogo hasta donde me dio tiempo fijaron mi atención.
Reyes reconocía, según palabras suyas, que pocos gestos humanos ejercían sobre él mayor influencia que las sonrisas: “yo las recojo, las estudio, las conservo con acucia de coleccionador”
Quizás fue porque el atleta griego se dobla en tensión oblicuamente en el instante anterior al lanzamiento del disco, que la editorial Drácena escogió como portada de la publicación de Reyes la copia descalabrada con la que empiezo este relato.
Una respuesta irónica, un juego —la que seguramente nunca le faltó a Reyes, del que no conozco su figura y obra— un guiño, una sonrisa, quien sabe, sus motivos siempre interesantes los habrán.
Será también porque recién había escrito “relatos oblicuos” buscando una vez más esos movimientos en direcciones sentidas, recién venido de Marrakech en el pasado mes de abril, como Mac, el protagonista de "Mac y su contratiempo" el libro de Enrique Vila-Matas. Mac acabando su ficción aventurera o empezando su verdadero viaje al Adén.
Y porque se cruzaron dos WhatsApp que me mandaron de camino al paseo de coches. Dos hechos intrascendentes, si no observas, una foto del autobús del Deportivo Alavés, de camino también, a la final de la copa del Rey y una alerta advirtiendo de la precaución de evitar tumultos por riesgo de atentados.
A contra corriente pasando casetas de diagonal en diagonal, entre la barahúnda de familias y escritores firmando sus “hijos”, a la caída de la tarde, en un ambiente festivo, con mi bolsa de gato, con Borges esencial adquirido, como respondiendo a una llamada, recuerdo ahora estas palabras en retiro, las del "poco a poco":
En tiempos de interjecciones y risas cortas, de caracteres limitados, de emoticones absurdos, de poca reflexión, sonrío como Reyes de forma vaga y esbozo sonrisas recordando sincronías que anuncian paradas obligadas, copias desmemoriadas, juegos: ¡Ala y ves!, no temas, no te dobles, no te retires, poco a poco todo sale mejor…
Lo adquirí y ahora saboreo, como otros libros que me reclaman su atención. Como otra vida consciente, que enderezase todos los planos oblicuos que me acompañan.
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