Para crear (por definición el
arte es la expresión de sensaciones, emociones e ideas a través de recursos
plásticos, lingüísticos o sonoros) el artista necesita soledad. Por eso la
busca, y cuando materializa su creación y la considera hecha, la expone.
Quién sabe si lo Incognoscible,
en una supuesta amorosa soledad creativa, decide experimentalmente atomizarse
infinitesimalmente en microscópicas criaturas conscientes a las que se es
permitido crear (modificar su realidad) ya que, en su soledad, siente que no
hay nadie con quien compartir su obra.
En esta hipótesis experimental
localiza un pequeño planeta en el más absoluto aislamiento del universo donde se ubican siete mil millones de seres creados que se
perpetúan en generaciones partiendo de un origen desconocido, pensantes —con conciencia,
se supone— que con dificultades evolucionan y (sea arte o no) crean, llamémosle: “cosas”.
Nos permitimos poco estar en
soledad, no queremos estar solos, nos asusta la soledad que nos reconoce en la
mismidad, tan conscientes —salvo los inconscientes— de lo ínfimo que somos, que
queremos pertenencia a grupos, reconocimiento y visibilidad.
Nacemos con todo el potencial del
mundo, pero estamos permanentemente distraídos, mal educados, eligiendo caminos
equivocados, conduciendo como buenamente podemos. No nos dieron un manual de
instrucciones (o tal vez si) y si nos lo han dado no nos da la gana donde corregir nuestra
atención. En lo tecnológico el algoritmo de la creación es imparable, en lo
espiritual —nuestra conciencia— la lucha para que el progreso no olvide
su origen, acongoja.
Si el amor cohesiona
nuestra existencia, paradojas, impide nuestra soledad, del mismo modo que,
a lo mejor, coarta nuestra infinita capacidad creadora, necesitada también en retiro de un cierto egoísmo.
Aprender a construir —que es
crear— desde el amor; sea en soledad o en compañía, contribuyendo a nuestra
manera, a la indescriptible obra de la creación, sin atacarnos, sería el
objetivo, de momento utópico, donde advertimos que, si modificar la realidad es
progresar, se hace con un alto precio, dejando demasiadas estelas a lo largo de
siglos de dolor y sufrimiento, cada vez más alejados de la supuesta amorosa
soledad creativa de dónde, en esta hipotética imaginación creada, partimos.
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