Vulnerable, por poder ser herido, dañado, golpeado, ofendido, batido, (o será abatido).
Vulnerable, por no tener tantas válvulas
de seguridad permanentes a la presión de otros, sabedor que su mente guarda en su abismo los arcanos de la vida y la consciencia que dosificada escapa con cuentagotas, que exudando lágrimas, movilizan y dan respuestas que sorprenden a las preguntas de otros.
Vulnerable, por otras presiones, las personales, de perfección, de propósitos, de trascendencia, de acabar lo que no le agrada antes de tiempo, por sentir falsamente, que no es importante, o es menos importante, o no existe, ni es, por desestresar lo exultante desde las batidas del placer que le tranquilizan tan sólo un instante.
Vulnerable, tan inerme por
querer convencer, seducir, al mundo de su seguridad, cuando en su inseguridad, la
pineal de sus balas de fogueo, activada, se convierte por momentos en melatoninas inalcanzables, fuerza y seguridad, juego, de lo que está vedado conocer.
Vulnerable, desequilibrado, por aguantar en resiliencia sus miedos, por justificar su proceder, por dar explicaciones no comprendidas, o por no darlas, por aferrarse a lo políticamente correcto, la de los demás que no es, porque no saben ni por asomo que siente, que no tan bueno es para él.
Vulnerable, por querer demostrar
su valía, una valía intrínseca interior de lo sensible, de la belleza, de lo delicado, pétalos frágiles de la rosa que se deshacen arrancados en manos de los torpes
que perdieron el olfato de lo sublime a su vista.
Vulnerable, por no saber decir basta, por tomar la última copa de siempre al límite de la alegría, de los que controlan silenciosos en la madrugada, falazmente en la esquina de las barras del bar, la debilidad de su proceder.
Vulnerable, por salir del anonimato, el enigma dónde era y se expresa él y al cobijo de las miradas de otros, mostrarse tan sólo como es, y sentir en su impresionabilidad, más silencios, más distancias, aún más incomprensión y la misma vulnerabilidad de siempre.
Inconquistable, consistente, guerrero, enérgico, ―sí, enérgico puro―, por confrontar a sus sistemas, órganos y capacidades, heridas, la verdad de su vivir, las cuerdas que vibran de emoción en su garganta, escritas, sinceras, que no suplican a voces, que no buscan, pero que desafiantes desnudan todas sus inseguridades y equivocaciones y se deshacen en amores inalcanzables; por él, por todos, por todo y por El Todo.
Vulnerable, sí, pero por encima de todo consciente y humano.
Él.
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