viernes, 19 de marzo de 2021

el manual de instrucciones

¿Cuál es el primer deber del hombre? La respuesta es muy breve: ser uno mismo.
Henrik Johan Ibsen

 

La caja de aluminio estaba a rebosar de papeles. Unas veces por regalos, otras por necesidad, de forma automática garantías y manuales pasaban a su archivo. 

Un video del año dos mil, los electrodomésticos de la cocina, unas cuantas teles, un sofá de piel, unas maletas, una librería de Ikea, un porta-bicis para el coche, ordenadores, cámaras,... Todo un resumen de décadas de, andanzas, recorridos y objetos adquiridos.

El manual de instrucciones de una máquina fotográfica y el de la lavadora merecieron su atención. Los ojeó. los mecanismos básicos cómo la exposición, apertura de diafragma, velocidad de obturación, o los diferentes programas para lavar estaban a su alcance.

Con formación adecuada accionar sus posiciones, pensó, hubiesen garantizado, sino el éxito (una buena foto), que para eso hay que tener otras cualidades, al menos sacar el máximo partido a los aparatos.

Por desconocimiento o ignorancia solemos poner el ajuste en modo automático para que sea la máquina la que decida por ti

Aunque de vez en cuando hagas buenas fotos o desconozcas todas las instrucciones de los programas del manejo de una lavadora, eres libre de hacer alguna elección. Cuando no hay elección, o crees que no la tienes, pocas veces entiendes que a lo mejor si dispones de libertad. 

Es más afirmaría que sólo cuando aceptas que no tienes más que una única elección individual, auténtica, alcanzas la verdadera libertad... 

No preciso que año era, es casi un hecho irrelevante. Era el futuro.

De los 195 miembros considerados en el primer cuarto del siglo XXI que conformaban la ONU, los aproximadamente 370 millones de tribus indígenas aun perteneciendo a esos estados soberanos, se añadían a una lista global de pueblos y razas, que hacía inútil la configuración de un hemiciclo en el que físicamente entraran todos.

De hecho, por antigüedad la presidencia recaía ese año en un integrante de una tribu antiquísima de Papúa Guinea. Lo que se aprobaba por unanimidad era fruto de años y años de lucha y derechos a reconocer. Un inicio de un principio individual de aceptación que marcaría un antes y un después por siempre.

A tal extremo el mundo había progresado, que la tecnología permitía procesar ingentes cantidades de datos e información que retrataban nuestra naturaleza esencial. La globalización homogeneizadora que hasta hacía unos años campaba a sus anchas por parte de determinadas élites, países y gobernantes dirigiendo en sus intereses a la humanidad, quedaba atrás.

No enumeraré ahora el compendio del manual de instrucciones. Por personalizado lo haría imposible. Baste decir que incluso algunos artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, por genéricos (los relacionados con la libertad) se habían visto afectados y matizados sin discusión.

El ser humano no tenía elección en su individualidad y se podía demostrar empíricamente. Las potencialidades, la posibilidad de erradicar los temores heredados y marcados en tu ADN, la integración correcta a futuro en la sociedad mediante un mapa preciso que orientase a padres y educadores marcaban una ruta segura a seguir.

El mayor punto problemático hizo referencia evidentemente a la no elección. No tener elección y proclamar el derecho a tu libertad, tan poco avenidos históricamente ambos, entraron y centraron durante décadas su permanente conflicto fruto de acalorados debates. 

Pero todo estaba suficientemente testado como para ratificar su comunión. El concepto de libertad tan manido y manoseado por el adoctrinamiento era por fin entendido. Nunca más la educación estaría al servicio de las ideologías.

Se nace libre igual en dignidad y derechos, pero el niño precisa educación específica, y esta proviene de su diseño diferenciado. Cumplida la mayoría de edad el humano respondería de sus actos haciéndose responsable de los mismos.

Se aprobaba por unanimidad el manual de instrucciones del ser humano, obligado a entregar al nacer a los padres, que determinaba el recorrido educacional obligatorio específico e individualizado a enseñar acorde a la codificación genética y a la naturaleza esencial portada. 

La única llave para ser uno verdaderamente libre y rechazar tantos automatismos inducidos seculares. La única manera desde el mismo instante de la fecha de tu nacimiento, en tu educación, de sentar bases sólidas y poder comportarnos fraternalmente los unos con los otros.

El verdadero mapa personal de tu felicidad, tu fotografía, que en este futuro utópico soñado para algunos, demagógico para otros, arduo de realizar entonces, se nos enseñase de pequeño, o recurriésemos a él de mayores para no perdernos y sanar las heridas que nos persiguen y nos ayudasen a elevarnos en pos de un alcanzable Amor Universal. Que en esencia es:

La energía más poderosa e indestructible existente. El acceso al aposento de nuestro maestro interior, la libertad sin otra elección posible que no fuese ser uno mismo. 

Nuestro primer deber.



Andança 
Photograph
Grazyna Auguscik & Paulinho Garcia


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