Admitamos que la historia de
William Wallace nos la vendió Hollywood y Mel Gibson edulcorada a su manera,
que se adornó de pinturas de guerra blanquiazules y faldas escocesas, más acabase su vida (la de verdad), de una manera que mejor es no contarla por su crudeza.
Pero esto no va de su épica como
un aguerrido mártir luchando por la libertad de un pueblo (líder al que seguir
ante la opresión del invasor) más sí me la quedo para dar nombre a esta entrada,
al mensaje que se pretende y a la manera de contarse.
Verán esto va de mínima y de
máxima energía. De miles de espejos reflectores en anillos concéntricos unidos
en su vulnerabilidad y de la posibilidad de tan sólo una voz manifestadora receptiva para
la generación de energía a través del astro rey en su redirección de los rayos
solares como suma enfocada a ese braveheart central que produzca el suministro
al necesitado, de otro modo.
Y evidentemente, también, de magia y de mensajes ocultos. De tres o más palabras, me reitero, ya dichas…
Un misero uno por ciento y un
escaso ocho por ciento conforman estadísticamente los seres humanos reflectores
y manifestadores ante la mayoría generadora (me perdonen tanto ellos como la
ironía) que no sabe, (cuando actúan limitados) me temo como entender y qué
hacer con los que son tan diferentes a ellos.
No en pocas ocasiones me he
definido como un manifestador emocional reflectante o un reflectante
(puntualmente energético) manifestador emocional, de los mil caminos del amor y
del potencial de la sorpresa, ambas definiciones de cosecha propia,
explosionando (con energía que no ira) cual super nova puntual al influjo de la Luna y de tránsitos importantes para zarandear prejuicios y reclamar sitios en
este mundo tan acaparado por los que nos agotan con su abrumadora, por ser mayoría, energía
sacral definida.
En cierto modo, Wallace (metafóricamente
hablando) es ese helióstato que todos querríamos ser (salvo por su trágico
final no la vayamos a liar). Porque no, su gente, la voz silenciosa de los reflectores
clamando en círculo se les entienda con sus centros en blanco (por los que
muestro como hermanos próximos en horas, una afinidad en su vulnerabilidad más
que manifiesta) y los ingleses los opresores invasores generadores que pululan por
doquier diciéndonos, tan seguros y aferrados ellos al sistema, cuando te silencian, que no todos, cuan equivocados estamos ¿…?
Acabo con el audio del prefacio de Lanza del Vasto a la primera edición de "El mensaje reencontrado" de Louis Cattiaux. Le pongo enérgica voz y sus palabras acallan mis pobres reflexiones.
Intuyo quizás sea uno de los prefacios
más potentes que uno pueda haber leído. Primero por su respeto a su figura y
obra. Segundo poque el éxito de la perfecta conjura de los imbéciles, de los
charlatanes y de los sabios me temo aún perdure y tercero por la incomprensión y silencio de los terriblemente
bien adaptados en estos tiempos actuales de necedad, manipulación e
inducción tecnológica.
Que se establezcan analogías (mensajes ocultos) de parábolas, de alegorías, de afinidades, de quimeras, de
alambiques y grimorios ilegibles, de revelaciones en tiempos apocalípticos, lo
dejo para el que lo quiera escuchar, sentir o ver…,
…con la misma emoción del que
sabe que lo escrito por lo leído se sustancia como bien dice su autor en el perfume
de la universalización de la Verdad,
A la que uno aún también (condicionado no pocas veces) aspira llegar a ser y tímidamente a su manera, como el niño que muestra la alegría de sus descubrimientos al adulto, muestra cual braveheart enérgico reencarnado por tres o treinta y tres, o treinta y tres mil palabras o caminos espirituales, el perfume y la esencia alambicada de su verdad.
braveheart
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