Son las siete de la mañana. Me levanto.
Despierto al día, repaso que es lo que ocurre. Varias portadas de diferentes medios me imponen la realidad, o será su realidad, ya de paso alimento las cookies del algoritmo de la IA desde mi tecnología.
¡Qué maravilla lo bien que nos conocen!
La radio de fondo con sus
contertulios me sigue mientras me arreglo. Hay tambores de guerra, presupuestos para armas y guerras comerciales por estos días. También
consulto la previsión particular del tiempo.
Es de reojo que de entre otras mil
posibilidades, no pocas veces, le hago un breve hueco (mientras le doy un
mordisco a la tostada) a la impronta del día de la “gráfica del justo ahora“
La carta rave del momento con la información planetaria me proporciona información más veraz y real que otros medios para afrontar la jornada. Elucubro en el cruce de “yo“ con el tránsito escenarios que puedan afectar.
Son las ocho menos cuarto de la mañana. Cojo el coche.
La autopista de circunvalación M-40 está pletórica. Miro adelante y atrás y a la derecha y a la izquierda. Todos ordenados como las mulas de los cangilones de Antonio Machado de camino a nuestras particulares norias.
Anankhé (satélite de Júpiter) personifica en la mitología griega a lo inevitable. Una especie de encarnación del destino como fuerza, hasta donde alcanzo a vislumbrar, ineludible o necesaria sin posibilidad de elección. Debe ser esto de ir al trabajo.
Pongo música. Escucho una contagiadora y alegre música titulada África.
Me uno en mis pensamientos —en el atasco— “a lo espiritualmente superior” que “traspasen las limitadas y ensombrecedoras capas que nublan la vida cotidiana, para entrar en lo real y simple de la naturaleza y vivenciar el estado de mi propio cuerpo”
“Da fuego al fuego, mercurio a mercurio, con eso te bastará […]”
Es un parágrafo de Apiano León de Valiente de su libro “las Cuatro Alas de Mercurio” leído el día anterior. que se me viene como una impronta necesaria sin más para aclarar tanta resignación.
Por no haber elección es tan sólo la certeza o expresión de como “lo igual” se alegra con su “igual” derivada de una reinterpretación personal de la revelación mercuriana alquimista del Atalanta Fugiens de Michael Maier de su figura 10.
Me refiero (que no a mis congéneres atascados, ni al previsible estado de la actualidad, que también) a la mirada de lo igual con lo igual expresada en acompañamiento que es lo que vivo casi a diario desde el arranque previsor de pronósticos colectivos para este año, ya expresada en “la promesa” el pasado enero.
No hay día desde entonces en que
casi la única expresión de la gráfica del momento presente (de su fijación por
ineludible a cada día, hora, minuto y segundo) se mueva en tránsitos en una
única expresión singular del canal manifestador 35/36 circulando su energía sin
interrupciones, fluyendo.
Experiencia compartida, es relación afectiva, es amistad y es complicidad. La alegría de lo "igual" con "lo igual" en su cercanía es movimiento acompasado capacidad de manifestar sentimientos vividos en estos días y que algo tan abstracto como las posiciones planetarias concuerden y se acerquen a tu gráfica ¡y lo adviertas! tratar de averiguar qué diantres significa, que quiere decir, porqué tanta similitud inequívoca.
Atravesar por momentos
imperturbable, sin turbación, con estrictamente lo necesario, cercano
a esa tranquilidad del alma (la ataraxia) en equilibrio, en estos tiempos
emocionales no es un oponerse a la falta de reflexión. No es una invitación a
naufragar por no saber elegir bien rumbos libres de tormentas y aguas
revueltas. No es parálisis.
O a lo mejor como decía un buen
amigo si es, el saber disfrutar (por experiencia adquirida de muchos años) de cómo
manejar con pulso firme el vaivén emocional de la vida sin que te afecte lo más
mínimo lo externo.
A Demócrito el filósofo risueño, atomista en la concepción de su cosmología, asociar a la materia (el ser) a lo que es y al vacío (el no-ser) a lo que no es... es acercarse a la única realidad a admitir: la pluralidad o existencia de infinitos mundos (el qué es y los que son y se puedan imaginar)
Aunque todo esto pasará, repito la música que no quiero oír otra.
La vía de la Verdad pertenece a los inmortales, lo mío y más por hoy y ahora es aparte de expresión multimedia, o multidisciplinar, o interactiva (como la obra del Atalanta Fugiens¹) en la red o en el coche, o en este blog, o en la vida, una fuga, una especie de performance, escritos, opinión, saber o seguramente apariencia vacía donde esta partícula libre se mueve y se expresa.
De ahí la alegría que en estos días siento. Por estar acompañado de los míos, por sentirme bien, por descubrirlo, por la ataraxia de mi alma y por la eutimia de mi espíritu que ambos bien se sienten.
Epicteto un ser libre nacido en el año 55 de nuestra era, no cabe duda, que no conoció, ni la autopista M-40, ni los atascos, ni la IA, ni a este señor actual de color naranja que quiere hacer resorts en África con el que arrancamos aun dormidos cada mañana. Demócrito unos cuantos siglos antes, de esto también estoy seguro, tampoco.
La verdad es que no sé ni como he llegado al trabajo con tanto piloto automático. Queda meridianamente claro que no me importa mucho o afecta, al menos en estos días, lo que pasa a mi alrededor.
Escribo esto adelantándome en unos días a lo que sé que si o si, pasará. Lo dejo preparado todo para su publicación. Juego con el espacio y el tiempo. Activo mi mercurio interno con el externo. Hace tiempo que me uní a lo superior...y nada ni nadie me podrá separar por mucho caos, emociones e inducción que nos circunde.
Son las ocho y cuarto de la mañana. Inicio sumiso la jornada laboral...
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