miércoles, 14 de diciembre de 2022

cápsulas de tiempo


La tilde nasal, la marca de nuestro lenguaje, la eñe, encuadra la cámara acorazada del sótano del instituto Cervantes de Madrid. Hoy permanece abierta. La puerta del mándala acorazada, robusta, que guarda las cajas encapsuladas de letras, me invita a pasar. Mueve sus labios: 

«Ven y entra, ten confianza», me dice la cultura. «Somos un hogar de tus hermanos fractales»

Me asomo sumiso, respetuoso y curioso. Los nichos de legados sobrecogen. Tienen fecha de apertura que rescatan del olvido, al olvido mismo: Miguel Hernández, Márquez, Berlanga, Tápies, Gil de Biedma,…

La charla a la que asisto, en el salón de actos a su vera, se conduce sobre si se puede enseñar a escribir. La desarrollan tres autores y formadores, también fractales como el público que asistimos, de la misma escuela.

Sí, me respondo sin duda. Si, responden ellos. Pero más aún se debe y se debería rescatar del olvido desde el conocimiento y la sensibilidad, o desde su descubrimiento o redescubrimiento a los que también hicieron de otras cajas sus letras imposibles, que no las encapsularon, más permaneciendo abiertas no supieron hacerse un hueco en la cámara para goce y disfrute de infinidad de almas afines:

Si, se puede enseñar a escribir, a poner bien las comas y los puntos suspensivos... Y también se puede desde las enseñanzas, sean regladas o no, a proyectar, construir y edificar, lo cual, por obvio, no presupone que la obra realizada «per se»  sea buena o se encumbre a los altares de su época.

Y de seguro, lo más importante, a ayudar y servir a los demás a perseguir sus sueños. Se puede.

Lo que no se puede enseñar es el talento, más si, acompañar, arropar, llamar, invitar, alentar, o pulir a quien lo tenga, si lo descubres, lo sientes o lo intuyes en él. Más también, si está en tu mano, rescatar o redescubrir del olvido, me repito, a quien lo tiene o lo tuvo y el silencio del ruido de redes de estos tiempos, ¡ay vanidad! Y de otros desvíos, taparon y tapan su existencia.

Me lo dicen mis hermanos fractales de sala. De la misma y silenciosa cámara acorazada de letras que escucha, me acoge y me habla…