/.../ Y levantando a
los techos de los edificios, por arte diabólica, lo hojaldrado, se descubrió la
carne del pastelón de Madrid como entonces estaba, patentemente, que por el
mucho calor estivo estaba con menos celosías, y tanta variedad de sabandijas
racionales en esta arca del mundo, que la del diluvio, comparada con ella, fue
de capas y gorras.
Son
días de ritmos circulares lentos, solemnes y expresivos.
Doy
lugar y desenrollo la alfombra mágica que me llevará a bailar zarabandas. Todos
los lugares que di van conmigo, les hago un hueco. Les prometí que cuando
estuviese listo viajaríamos por el éter de la vida.
Doy
lugar a la corteza cingulada que ya ha hecho su trabajo. Este auto (manto de
luz radiante y libre) no precisa de destinos fijos. Las cambiantes corrientes
dibujan senderos de armonías seguras.
Doy
lugar, huecos especiales en primera, a los compases tranquilos y ternarios, a las
tres lágrimas de neutrinos, a las tres palabras, a los tres puertos seguros.
A
la sobrecogedora trinidad de los principios de la eternidad:
Doy
lugar a otros deseos que la lámpara, o la vasija de cristal, me concedieron, a
los tres puntos suspensivos […] que esculpieron
la forma, en cuerpo, alma y espíritu.
Doy
lugar a todas las realidades que ya han tomado asiento.
También
doy lugar, aunque no lo necesito, a la torre de control para que me dé pista. Despego
desde la cubierta de las ínsulas de la conciencia.
No
quisiera dar lugar, pero nada más volar veo desde lo alto entre sombras de
nubes otra trinidad apocalíptica de estos tiempos. Emergen lágrimas:
Máscaras
del poder en despliegues sin compasión, fachendosos chantajistas y avestruces
invasoras.
Doy
lugar, di y me daré. Me creo melodías porque esperan las danzas lascivas de las
zarabandas que nos puedan hacer olvidar, en este estío inconsciente, tanta parálisis, ceguera
y silencio ante, la barbarie, ignorancia y falta de respeto por el ser humano.
¿Dónde
quedan la verdad, la justicia y la belleza?
Viajaré en el tiempo por darles lugar, por encontrarlos y si gustas danzaremos juntos en la eternidad...
1 Obra literaria del siglo XVII "el diablo cojuelo" trata de un estudiante que saca al diablo de la redoma en que un mago le
había encerrado y el diablo, agradecido, lleva a su libertador por los aires y
va enseñándole uno por uno el interior de las casas, cuyos techos levanta como
si se tratara de casas de juguete y así pueden contemplar a sus habitantes en la
mayor intimidad, tal como son, con todos sus vicios y cualidades.