viernes, 15 de agosto de 2014

sandokán

Hay decepciones que no se olvidan nunca. Kabir Bedi, allá por el año 76, contaba un servidor entonces con 12 años, interpretó para una serie de televisión a Sandokán. La música de la serie terminó por destrozar la imagen mental formada que uno se había hecho del tigre de Mompracen, Yañez y el indio Tremal Naik, los protagonistas ideados por el escritor italiano Emilio Salgari.
Cuatro o cinco libros llegaron a mis manos de la mano de mi padre y me introdujeron en el apasionante universo de las novelas de aventuras.
El siguiente paso fue devorar muchas joyas literarias; Verne, Twain, Stevenson, Scott, Cooper, May, etc. Lo hice a través de los comics. La editorial Bruguera publicó un total de 130 títulos que cada domingo que salían comprábamos por 20 pesetas. La emoción de cada ejemplar en mis manos la recuerdo como un maravilloso subidón de adrenalina. 300 ilustraciones a todo color eclipsaban, junto con la incipiente y distractora tele, toda posibilidad de leerlas en su publicación original, lo cual supongo me hubiese inoculado el veneno de escribir y dedicarme de lleno a la literatura. Aunque económicamente no pudiéramos comprarlas, las bibliotecas existían. Pero lo visual tiene un poder, falso poder, más fuerte que la capacidad de enriquecerte, transportar e imaginar que posee la lectura escrita. Esto lo aprendí con el tiempo y seguramente tampoco mostré mucho interés por ello.
Unos cuantos años después a finales de los ochenta, hubo una eclosión del mundo editorial que se lanzó a publicar comics. Los compraba todos: Cimoc, Metal Hurlant, Vértigo, Totem, 1984, Comix Internacional, Rambla, Madriz. Mi aislamiento y desbordante fantasía crecieron exponencialmente y en paralelo, a mis estudios universitarios.
Me reconozco distraído en un universo paralelo creado por la lectura, donde la condición humana, las historias creadas por historietistas como Carlos Giménez o el tándem Jodorowsky/Moebius, te llevaban a conocer desde las duras condiciones que se soportaron en la España de la guerra civil, a las fabulosas historias de ficción de John Difool a la busca del Incal.
Entre medias parece ser, como hoy, que existieron guerras entre países, crisis económicas, desigualdades, escándalos financieros, avances científicos, grandes películas, victorias de fútbol, vacaciones en agosto, cumpleaños, suspensos, alegrías, miedos y distracción, mucha distracción.
Un buen día me soltaron en el mundo real, para ganarme el sustento y poder criar, cuidar y alimentar a los míos. En este mundo real me rodeé de gente diferente. Gente que entendía de cumplir objetivos en la empresa, de trabajar para ganar dinero, que sabía cómo utilizarte para sus fines. Gente muy bien adaptada al medio. La bofetada fue mayúscula. Me agarré a los lados de un barco en plena tormenta.
Pasé a la introspección interior cuando la crisis personal se apoderó de todo. Internet eclosionó y la posibilidad de acercarte a otros planos y a otros mundos fue ya imparable.  La posibilidad de introducirte en la madriguera de tu mundo interior desde el trabajo silencioso, desde la música a tu alcance, no tuvo precio, ni remuneración, ni ganas, salvo de compartirlo con todos.  Un universo exterior que nunca me interesó porque me refugié en mi mundo interior y que, cada vez me interesó más porque cada vez que lo conocía más, entendía, porque nunca, desde mi inconsciente, quise hacerle caso.
Hoy 15 de agosto, con media España, en fiestas, el camino continúa. Ahora en vacaciones, toca reposar y repasar lo leído. El universo es mental, un primer principio a entender. Y entender, lo dije más arriba, es tener algo en la mente. Mi mente quiere porque busca y descubre, porqué encuentra y sigue, porque entiende, aunque recién iniciase su sendero y le quede mucho por recorrer y aprender en esta vida y de esta vida.
Rememoro esto dé a continuación que escribí hace ya unos años:
“Encontré el momento, me desmarqué de las líneas marcadas por otros, encontré el mío. Creé los espacios, los hice míos, acaricié lo invisible, lo hice mío, giré y roté sobre mí mismo, me paré, paré de nuevo, escuché atentamente, vi atentamente, percibí atentamente, lo hice mío. Respiré, respiré de nuevo más profundamente, de nuevo miré, miré atentamente, se mostró, cerré los ojos, fui cuidadoso, hice mío esos momentos, los hice eternos, los hice vuestros, os los regalé, sonriendo internamente, manifestándolo externamente, dejándoos ver, dejándome ver, dejándoos querer, y en esos instantes…. Traspasé la línea, supe que la armonía se equilibra sola, respira sola, fundé sola, sentí lo que es la vida, que es lo que tiene vida, que es TODO, porqué TODO ES y TODO lo ES, por qué nunca dejó de SER. Y lo hice mío y fue vuestro y fue de TODOS…”
El TODO es ESPIRITU que en sí mismo es INCOGNOSCIBLE y ENTENDIBLE pero que puede ser concebido como una mente INFINITA, UNIVERSAL e INDEFINIBLE.
Un maestro dijo: «El que capta la verdad de la naturaleza mental del universo está bien avanzado en el sendero hacia la maestría» y añado con humildad y convicción que nunca es tarde y que siempre se puede encontrar ese momento en la vida.
Mientras seguiremos distraídos. Yo así estuve mucho tiempo.

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