Muchos de los acontecimientos que observamos y ocurren parecieran obedecer
a un diseño preestablecido encaminado a provocar una determinada reacción y sería bueno recordar que, físicamente
hablando y haciendo un símil a nuestro comportamiento, cada acción (tercera ley
del movimiento de Newton) produce una reacción igual y opuesta que quien sabe
si es, lo que las religiones dhármicas han denominado en sucesivas
rencarnaciones como karma. Eso de dar vueltas una y otra vez para ver si
aprendemos algo.
A lo que percibimos y nos hace actuar o reaccionar se le llama estímulo. Y aunque los estímulos (aguijones) puedan ser positivos o negativos, sería prudente ignorar aquellos que buscan una reacción emocional ya sean éstos a niveles colectivos o que busquen espolearnos en nuestra individualidad hacia acciones, aun deseadas poco claras e interesadas.
Dado que lo importante no es lo que sucede sino lo que hacemos con lo que nos sucede, deberíamos distinguir cuánto de lo que nos sucede es propio y cuanto es un producto elaborado por otros, para provocarnos esas reacciones emocionales que siendo previsibles son fácilmente canalizables con finalidades de sometimiento y control.
Por tanto sugiero que el que quiera hacer que haga, pero por propio convencimiento personal sometido a su propio juicio. Lo difícil es entender si nuestra espontaneidad, aquello que crece sin aparente cuidado, es propio o dirigido a un fin.
Los jarros de agua fría despiertan pero también paran en seco, paradojas de la vida, las ilusiones provocando tristeza y desmoralización con lo que conlleva de decepción, tensión y fracaso.
Será que todo ocurre porque queramos o no evolucionamos (evolutio) que por cierto significa, dar vueltas afuera. Y de lo que se trata es de conocernos nosotros mejor a nosotros mismos que el sistema. A lo mejor incluso, si lo logramos, dejaremos de dar vueltas una y otra vez y empezaremos la verdadera revolución.
«Tenemos el poder tecnológico, las habilidades de ingeniería para salvar nuestro planeta, para curar enfermedades, para alimentar a los hambrientos, para poner fin a la guerra, pero nos falta la visión intelectual, la capacidad de cambiar nuestras mentes. Tenemos que desacondicionarnos a nosotros mismos de 10.000 años de mala conducta. Y, no es fácil»
Mckenna
«En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos»
Noam Chomsky
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